Diferencia entre revisiones de «Juan Diego Ruiz Moreno»

Revisión del 19:27 10 abr 2008

Hablar de Juan Diego, es tanto como hablar de uno de los más grandes actores que ha dado este país. No hay en ello hipérbole alguna; baste con analizar, siquiera someramente, su dilatada y ejemplar trayectoria para constatar la veracidad de dicha aseveración. Con todo, en una rigurosa aproximación al personaje, habría además que ponderar, no ya sus logros artísticos, muchos y muy notables, como su enorme dedicación, su talante innovador y poco conformista, que está en el germen del cómico verdadero.

Juan Diego Ruiz Moreno, nació en Bormujos, Sevilla el 14 de diciembre de 1942. Cuenta la leyenda -que como todos los grandes, la tiene- que su vocación por las tablas, la representación y el fingimiento, tiene su origen en una temprana celebración escolar, con motivo de la fiesta del árbol. Encargado de pronunciar un edificante discurso, minuciosamente elaborado para la ocasión, quiso el azar que los folios que lo contenían se extraviasen en el último momento, dejando a nuestro hombre en situación embarazosa. De aquel trance saldría airoso merced de unas insólitas facultades para la improvisación, que despertaron en él el amor por el escenario y la proximidad, inquietante pero turbadora, del público. Este sentimiento se vería paulatinamente acrecentado con su incipiente colaboración en diversos grupos teatrales, como las agrupaciones Lope de Rueda y Álvarez Quintero, ambas de Sevilla. Su debut oficial tendrá lugar el año de gracia de 1957, en el Instituto Murillo, nada menos que con el Esperando a Godot de Samuel Beckett.

Profesores suyos de aquella época, como Sebastián Blanch o José María de Mena, le alientan encarecidamente a continuar en el oficio, y se instala así en Madrid, donde muy pronto comienza a figurar en algunos programas de TVE, siquiera en calidad de extra.

Su gran oportunidad no le llega empero hasta 1963, cuando interpreta un serial junto a María Fernanda Ladrón de Guevara. A partir de ahí, se suceden más de un centenar de programas televisivos, cincuenta piezas teatrales y veinte películas en una carrera plagada de hitos. Sin ánimo exhaustivo, cabe señalar entre su mejor repertorio teatral La detonación y la llegada de los dioses, de Buero Vallejo; Noche de Guerra en el Museo del Prado, de Rafael Alberti; El Proceso, de Kafka; Petra Regalada, de Antonio Gala; Olvida los tambores, de Ana Diosdado; o El beso de la mujer araña, de Manuel Puig. Interesa anotar aquí, y el dato no es trivial, que ha dirigido teatro para grupos independientes, en lugares como barriadas y fábricas.

Su trayectoria cinematográfica puede dividirse en dos etapas: la primera, que concluye en 1977, incluye títulos tan notables como El demonio de los celos, con dirección del italiano Ettore Scola, o El love feroz, de José Luis García Sánchez; tras unos años apartado de las cámaras, vuelve en 1984 de la mano de Mario Camus