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Café Gijón

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El Café Gijón (denominado también Gran Café de Gijón) es un café de importancia cultural situado en el bulevar principal del madrileño Paseo de Recoletos n.º 21. El café está frente a una estación de ferrocarril del mismo nombre (Recoletos) y a la Biblioteca Nacional de España (BNE). La terraza de enfrente se encuentra en el pasillo central del Paseo.

Fue fundado el 15 de mayo del año 1888 por un asturiano afincado en la capital llamado Gumersindo Gómez (otras fuentes lo mencionan como Gunmersindo García). El Café, a pesar de sus modestos comienzos a finales del siglo XIX, pronto se convirtió, tras la Guerra Civil Española, en un famoso lugar de tertulia literaria y reunión de intelectuales y artistas de la época del régimen de Franco, y la transición española.

En el local se celebra cada año el premio literario que lleva su nombre. Al cumplir su centenario a finales del siglo XX queda como testigo de una época de florecimiento de cafés de tertulia en Madrid. Se trata de uno de los pocos cafés de tertulia sobrevivientes en el Madrid de comienzos del siglo XXI.

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Historia del Café

El Café nació cuando el asturiano originario de Gijón Gumersindo Gómez adquirió el local ubicado en el paseo de Recoletos, número 21. El 15 de mayo de 1888 se inauguró de forma modesta entre las calles de Prim y Almirante. Gumersindo había ganado dinero trabajando en la ciudad de La Habana. Posteriormente regresó a Madrid, invirtiendo el dinero en la compra de un modesto local, no muy amplio para lo que era el estilo de la época. Con ello abriría lo que será el café de tertulia del siglo XX. Sobre el apellido de Gumersindo hay un debate, ya que algunos autores lo mencionan como García (así lo nombra ocasionalmente Marino Gómez-Santos en su Crónica del Café Gijón, 1955) y, sin embargo, Mariano Tudela lo menciona como «Don Gumersindo Gómez» en su estudio publicado con motivo del centenario.

Los inicios

En ese período de finales del siglo XIX estaban en su apogeo los cerca de catorce cafés de la Puerta del Sol. Por ejemplo, el Café de Fornos y el Suizo situados en la calle de Alcalá, y eran la moda que atraía a la mayoría de la clientela de tertulia. El Café Gijón estaba lejos del centro, pero el Paseo de Recoletos era lugar de paseo habitual de los madrileños en los calurosos meses de verano. El nombre del local se fijó en honor de la ciudad natal de Gunmersindo. A pesar del lujo no dejaba de ser este café, entre los cientos que había en la época, un simple café de barrio. El éxito del negocio en los primeros años era precisamente que Recoletos era un lugar de paseo habitual en verano. El café atraía a los viandantes casuales y se consumían horchatas, un agua de cebada o de limón, una zarzaparrilla o cualquier refresco al uso de la época. En los meses de otoño los paseantes desaparecían, disminiyendo los tertulianos en el Café.

Poco a poco se fueron instaurando las tertulias en sus típicas mesas de mármol; se hablaba de política, de toros y de sucesos truculentos como el famoso crimen de la calle Fuencarral (asesinato en Madrid en 1902 de doña Luciana Borcino). Los tertulianos provenían a veces del cercano teatro Príncipe Alfonso. Gumersindo llevaba el local desde un atrio elevado y pronto abrió una terraza en el paseo enfrente del local. Los primeros clientes famosos fueron José Canalejas, que discretamente se sentaba en una mesa y tomaba solas su café hasta el día de su asesinato; don Santiago Ramón y Cajal, acompañado las más veces de un alumno; Benito Pérez Galdós, acompañado. Uno de los personajes primerizos fue Valle-Inclán que era atraído por el frescor de la terraza, buscando tranquilidad del bullicioso Café de la Montaña, a veces del Kursaal de la plaza del Carmen. Una de las primeras musas en aquellos primeros años fue madame Pimentón, objeto de burlas y chirigotas de los tertulianos, mujer popular que frecuentaba algunos cafés de la periferia a comienzos del siglo XX.

Comienzos de siglo XX

Un barbero de origen extremeño que poseía el establecimiento en la calle del Almirante, cliente habitual del Café y llamado Benigno López, disfrutaba de una cordial amistad con Gumersindo. Un día, Benigno le propuso comprar el local y Gumersindo en el año 1916 decidió finalmente traspasarle el negocio. El acuerdo inicial entre ambas partes es curioso ya que obligaba a Benigno a no cambiar jamás el nombre del establecimiento. Se cuenta que el local fue adquirido por la módica cantidad de 60.000 pesetas. Gumersindo se retiró a su tierra natal una vez realizada la operación de venta del local. La neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial hizo que Madrid se viera poblado de personajes de la realeza y de la política europea. Entre los visitantes más conocidos de esta nueva etapa se encuentra la espía Mata Hari, personaje que parece ser visitaba la mayor parte de los lugares famosos de Madrid. Así pues, durante los años de la contienda, Madrid se llenó de personalidades europeas que huían de la guerra.

Esta coyuntura de cierto esplendor duró unos pocos años. El Café había ido tomando aires de prestigio a comienzos del siglo XX. Llegado a ese instante Benigno intentó abordar lo que será la primera reforma del local. El estado del mobiliario era un poco viejo, los divanes de peluche desgastados, las paredes negras del humo, etc. Esa primera reforma se encargaría de realizarla uno de los arquitectos tertulianos habituales por aquellos días, Luis Laorga Gutiérrez. El Gijón cerró durante una temporada para después volver a aparecer renovado. Los camareros de esa época son reflejados en la literatura. A uno de ellos le tocó la lotería y posteriormente se arruinó; otro fue un torero fracasado, etc. Es en esa época de comienzos de siglo, al poco de realizar la primera reforma del Café, cuando Benigno enfermó y murió repentinamente a poco de cumplir los sesenta años.

Encarnación Fernández, su viuda, se entregó de lleno a la gestión del Café y decidió ampliar el negocio abriendo otro local en el Paseo de Recoletos. Se pensó que aquello era un error ya que Encarnación se haría la competencia a si misma al poseer otro estableciento en la misma calle cerca de la Plaza de Cibeles denominado Café Cibeles, inaugurado en el año 1928. En aquellos tiempos de aparición del cine y del auge de la calefacción urbana algunos de los tertulianos auguraban el fin de los cafés de tertulia. A pesar de todo, durante casi ocho años ambos locales compartieron clientela e incluso tertulias. Pero poco a poco el Café Gijón iba perdiendo clientela en favor del Café Recoletos. En 1912 Gómez de la Serna abrió la tertulia denominada «Sagrada Cripta Del Pombo» en el Pombo. A finales del 1922 nació la tertulia del café Europeo, en la glorieta de Bilbao, a la que acudían Enrique Jardiel Poncela, César González Ruano, Carlos Fernández Cuenca, Manuel Martínez Gargallo. En 1929 se estrenaba el Café vecino al Gijón denominado Lyon, muy cerca de la Cervecería Correos. La actividad de las tertulias se expandía lejos del centro de la Puerta del Sol.

El Madrid de la Guerra Civil

En la terraza del Gijón se podía ver frecuentemente a Federico García Lorca. A esta terraza y tertulia de Federico asistía el torero Ignacio Sánchez Mejías. En la terraza se podía ver a la exitosa actriz de la época Celia Gámez y en el interior del local a un joven Enrique Jardiel Poncela, a Agustín de Foxá y tantos otros. El Café era muy popular ya en 1934, a pesar de la fuerza de los cafés del centro de Madrid y de la Puerta del Sol. Se abría la nueva moda de los cafés americanos con barra y taburetes, así como los salones de té como el Embassy. Las tertulias se extendían a toda la ciudad y alcanzaban hasta el Café Comercial y el Europeo. Muchos de los tertulianos del Lyon adquirieron altos cargos durante la Segunda República. Los tiempos revueltos hicieron que Don Ramón disolviese la tertulia del Café de Pombo («Sagrada Cripta del Pombo»).

La muerte de Valle-Inclán en el año 1936 dio indicios negros para los cafés de tertulias. Tras la dispersión de los integrantes de la generación del 98, los del 27 despuntaban pero la situación políticamente agitada atenuaba sus tertulias. Los cafés de la época reflejaban el periodo de guerra que se avecinaba. Encarnación llevaba los dos locales con la ayuda de sus hijos. El mayor, Joaquín López Fernández, se dedicaba al Café de Recoletos, y Encarnación, con el marido de su hija, Nicolás García, al Café Gijón. El negocio, poco a poco, se convirtió en una regencia familiar en estos periodos anteriores al conflicto. La contienda hizo que los tertulianos anteriores no apareciesen habitualmente, y el café se llenó de activistas y milicianos. Nicolás García, marido de la hija de Encarnación, fue asesinado en el túnel de Atocha con ocho de los empleados. Los asesinatos de Pedro Muñoz Seca y de Ramiro de Maeztu por milicianos hicieron que las tertulias abandonaran sus actividades. Durante la batalla de Madrid el café Gijón se convirtió en lugar de reunión y cuartel de milicianos.

Durante la contienda el Café de Recoletos acabó cerrando temporalmente, mientras que el Gijón abría para servir modestos almuerzos. La guerra civil acabó el 1 de abril del 1939 con el último parte de guerra. Cuando las tropas franquistas entraron en Madrid en el primer Desfile de la Victoria, el Café Gijón era un local de aire triste y desolado, con una fuerte necesidad de renovación en su mobiliario. Se instaló lo necesario para ofrecer comidas a los oficiales del ejército «nacional» (franquista).

Periodo de posguerra y transición

Pocas semanas después del final de la contienda la familia de Encarnación abrió los dos cafés y las ausencias fueron evidentes. Empezaron a aparecer en el Gijón tertulianos famosos como Eugenio d'Ors y Enrique Jardiel Poncela, habitual del Café Castilla. En el Café Recoletos aparecieron los nuevos estamentos de la burguesía madrileña. Había caras nuevas que conformarán las tertulias posteriores. Apareció un grupo de jóvenes contertulios a los que se denominó «Juventud Creadora» o «garcilasistas», entre los que estaban José García Nieto, Pedro de Lorenzo, Rafael Romero, Jesús Juan Garcés, Eugenio Mediano Flórez, Salvador Pérez Valiente y otros más que se fueron incorporando poco a poco con posterioridad. Un asiduo de aquellos días era el escritor Camilo José Cela que publicó en 1942 una novela titulada La familia de Pascual Duarte y que fue posteriormente censurada y secuestrada de las librerías en su segunda edición.

Los tertulianos del Café eran artistas y escritores que poseían un alineación con el régimen algo dudosa. Esta situación puso al Café desde sus comienzos en situación comprometida; la ley de vagos y maleantes, impulsada en 1933 por el diputado socialista Luis Jiménez de Asúa y aprobada por consenso de todos los grupos políticos de la segunda república, permitía arrestar a los escritores alegando «peligrosidad social». Se estableció la «tertulia de los poetas» a primeras horas de la tarde, de tres a seis, presidida por Gerardo Diego. En esa época Encarnación, ya anciana, cedía su labor de liderazgo a su hija Joaquina. En el año 1942 se cerró de forma definitiva el Café Recoletos. Muchos de los clientes se movieron al Gijón. En el año 1943 el Café fue rescatado de una inundación fortuita de aguas fecales que brotó por la rotura de un canal de distribución suburbano. Afectó, no obstante, a parte del mobiliario lo suficiente como para cerrar y ventilar durante una semana, mientras se achicaban las aguas. Otros negocios cercanos, como Casa Emilio, cerraron, mientras que el Gijón se salvó por la diligencia de un empleado avisando a las autoridades.

La época de posguerra era mala y muchos de los tertulianos no tenían dinero. Algunos de ellos solicitaban las comandas «a cuenta». El «cerillero» Alfonso González Pintor prestaba dinero y muchos de los escritores de la época debían dinero a este personaje colocado «estratégicamente» en el interior a la entrada del local. Otros solicitaban agua o bicarbonato, artículos gratuitos, de los que con gracia y consuelo decían: «Algo alimentará». Otros cafés fueron cayendo debido a esta crisis. A pesar de todo ello, el Café permanecía lleno la mayor parte del tiempo y era difícil sentarse. César González-Ruano, eterno tertuliano en el Café, y Camilo José Cela eran los asistentes asiduos durante aquellos tiempos. Las tertulias de esa época comenzaban a las tres y se prolongaban hasta las siete de la tarde. Asistían escritores, personas del teatro, oficinistas, etc. Las ideologías políticas estaban mezcladas en una microsociedad que se estblecía en el Café de los años sesenta.

En esta época de mediados del siglo XX, en el periodo de posguerra, los tertulianos y habituales convencieron a Encarnación para que reformase el local debido a la imagen destartalada que ofrecía. El suceso acaecido con las aguas fecales hizo que el local quedara en una situación lamentable y que, finalmente, sufriera su segunda reforma, en el año 1948, a cargo del arquitecto Carlos Arniches Moltó, hijo del sainetero Carlos Arniches. La reforma hizo que se cambiasen las lámparas de gas por iluminación eléctrica, más moderna. Se puso madera de roble en las paredes y se bajó el techo. Una de las esculturas que aparecieron en esta época, y que más sorprendió a los tertulianos, es la obra móvil de Ángel Ferrant, situada en el parador donde se dejaba la correspondencia. Esta reforma prepararía el Café para el apoteosis de cafeterías se iba avecinando en la capital, lugares que empezaban a ponerse de moda a finales de los años 50 y en los que no era posible estar largas horas con un café y una jarra de agua. Entre las tertulias se empezaba a discutir de forma novedosa de fútbol. La censura franquista negó la publicación de La colmena de Cela.

En 1949 tomó la iniciativa un joven actor de cine y teatro llamado Fernando Fernán Gómez y creó un premio de novela en el Café con su nombre, instaurando de esta forma el premio de novela corta Café Gijón. En su primera edición, él corrió personalmente con los gastos y el premio fue a parar a César González Ruano. A medida que iban avanzando los años cincuenta el Café se fue instaurando como el lugar de tertulias por excelencia. Eran pocas las tertulias en esa época, aunque cabe destacar la de «los poetas» del Café Varela, en la calle Preciados, o la de los «novelistas y poetas sociales» del Café Pelayo, esquina Menéndez Pelayo y Alcalá, a la que acudían Gabriel Celaya, Juan García Hortelano, Ángel González, José Manuel Caballero Bonald y Armando López Salinas. En 1955 se escribió uno de los primeros libros monográficos sobre el Café, Crónica del Café Gijón, por el joven escritor asturiano Marino Gómez Santos y lo hizo a comienzos de 1955 en el propio Café. El libro contiene un prólogo de César Ruano y representa un conjunto de estampas de la sociedad madrileña y del Café en esa época de mediados del siglo XX. El libro no cayó bien entre los tertulianos de la época y fue una de las causas de que no volviera a visitar asiduamente el Café. La popularidad fue creciendo y pronto lo visitaban los escritores internacionales de prestigio; por ejemplo, Truman Capote visita el Café y lo recibe una delegación de escritores.15 Los personajes importantes de Hollywood como son Ava Gardner, Orson Welles acompañado de su amigo Joseph Cotten y, sobre todo, el actor británico George Sanders que vivió durante una temporada en Madrid. Su popularidad en aquellos tiempos hacía que muchos que querían ser famosos tuvieran que pasar por las terrazas veraniegas del Gijón.

En el año 1963 se procedió a realizar la tercera reforma del local, y esta vez se encargó del proyecto el arquitecto Francisco Iza. La reapertura tuvo lugar el 24 de marzo de 1963. Una de las novedades de esta tercera reforma sería la conversión de la bodega en restaurante de un apartado existente en el interior. Ya por aquel entonces la sociedad española empezaba a sentir los efectos de la posible transición y se vivían periodos de bonanza económica. La bebida servida ya no era exclusivamente café, y en algunos divanes se empezaba solicitar bebidas de otro tipo a la carta, como eran copas de whisky, vermuts de importación, ginebra inglesa, etc.

La modernidad

Con el inicio de la democracia española, el Café poco a poco se fue llenando de nuevos contertulios. Una de las musas del Café Gijón de esta época fue Sandra, una mujer que presenciaba las reuniones de tertulia, animando, afirmando en voz alta ser una prostituta.16 El escritor y tertuliano Francisco Umbral publicó en el año 1972 La noche que llegué al Café Gijón, libro en el que expone con su visión personal la vida acaecida en el Café en los años sesenta y setenta.3 En 1986 se tuvo que cerrar el Café y hacer una reparación de urgencia para evitar el derrumbe el techo. Era una época en la que se preparaban las celebraciones del centenario Café madrileño, pero al mismo tiempo corrieron rumores acerca de la venta del local. Las celebraciones se hicieron de diversas formas dentro y fuera del local. En la fachada se puso un placa conmemorativa de su centenario y se publicó un libro recopilatorio de artículos sobre el Café.6 Habiendo cumplido el centenario, el escritor José Bárcena Pontones escribió (tal y como reza su libro «escritor con bandeja en el Café Gijón») un libro sobre la vida bohemia del Café Gijón.16 En 1998 el empresario Gregorio Escamilla Saceda se hizo con el local en una operación de compra.

Características

La fachada exterior es de mármol marrón con acabados de madera. Se trata de un café que posee un aforo de 35 a 40 mesas y que ha sido reformado como restaurante. Posee mesas de mármol negro en contraste con las fundas rojas granate, que es el color preponderante, de sus sillones, mesas y sillones donde, también en la actualidad, se realizan tertulias. La decoración interior de las paredes está forrada de tiras de madera con cuadros de diferentes pintores ilustres, todos ellos donados al café por contertulios artistas. El suelo de baldosas, ajedrezado en dos colores, uno de ellos el granate, hace de juego con el color del café. Todos los cuadros allí expuestos en el restaurante corresponden a diferentes etapas de la historia de España. Cuando una persona se pone a observarlos repasa la historia de Madrid. El restaurante ha recibido en muchas ocasiones los sobrenombres del «sótano o la «cripta», los cuales no lo describen ya que, en realidad, es un salón de poco aforo —cincuenta personas—, cubierto de madera y decorado con los cuadros mencionados anteriormente.

La terraza

El exterior tiene cubiertas de madera y consta de tres grandes ventanales que miran al exterior desde los que se ve el espléndido Paseo de Recoletos, en el cual se sitúa la también famosa terraza del Café Gijón. Esta terraza fue reformada en el año 2005 y actualmente se encuentra a la misma altura que el Café Gijón. Se suele abrir en los meses calurosos de Madrid que abarcan desde los primeros meses de abril hasta octubre. Al igual que el café, la terraza tiene una gran historia y posee numerosas anécdotas. Era esta terraza una de las favoritas de Valle Inclán en el Madrid de su época.

Restaurante

El menú ofrecido en el café va desde el típico desayuno madrileño, consistente en chocolate con churros, sándwich mixto o picatostes para acompañar el café con leche, etc. El Café de Gijón reúne en parte las características culinarias que tuvieron antaño los cafés de tertulia, que servía comidas al igual que lo hacía el Forno. Los almuerzos tienen un menú variado en forma de menú del día que suele incluir paella mixta (generalmente los jueves), merluza a la sidra, alguna variedad de la cocina madrileña, etc. La comida suele servirse en el interior o en la terraza.

Personajes y personajillos

Existieron diversos personajes en la vida del Café. Muchos de ellos son entrañables cuando al pasar de los años se los recuerda.

Según se entra a la derecha hay un puesto de venta de tabaco que desde 1976 hasta 2005 regentó el «cerillero» Alfonso González Pintor (1933-2006). En 2004 se colocó una placa en su honor a la entrada del local: «Aquí vendió tabaco y vio pasar la vida Alfonso, cerillero y anarquista».

Otra de las personas es Timotea Conde, denominada por muchos como «madame Pimentón» y conocida como la «musa del Gijón». Se trata de una cantante frustrada que acaba cantando por los cafés cantantes del Madrid de la época.

Ignacio María de San Pedro, apodado «Don Cristobalía» se dedicó a vender versos delirantes y a subirse a las mesas del Gijón, así como del Pombo a reclamar el cambio del nombre de América, por el de Cristobalía (origen de su apodo).

«Manolo Pilares» y el gallego Ramón Cid Tesouro, ambos amigos y conocidos tertulianos que durante el transcurso de la guerra civil se encontraron un buen día en frentes opuestos. Mantuvieron posteriormente su amistad en la transición.

Asistentes ilustres

Cabe reseñar que este café acogió entre sus paredes a gran parte de la Generación del 27 y del Garcilasismo. Entre estos y otros visitantes ilustres figuran:

Referencias literarias

  • Francisco Umbral. La noche que llegué al café Gijón (1980) muestra una visión particular del café en las décadas 60 y 70.

Véase también

El presente artículo aporta material procedente de una entrada de Wikipedia, publicada en castellano bajo la licencia Creative Commons-Atribución-Compartir Igual 3.0 (CC-BY-SA) o la licencia GFDL.