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GALA O EL INCONFORMISMO DE LA BELLEZA
Veo en el titular de un diario que Antonio Gala ha muerto en Córdoba, a pesar de nacer en Brazatortas. Es la capciosidad por disputarse este momento, que engrandece la figura del artista. Porque somos insignificantes en la elección de nuestro topónimo de alumbramiento. Algo más capaces, quizá, para sugerir el lugar donde decir adiós a todo esto. Gala hace ya tiempo que eligió no su mortaja, sino su telón, el bermejo terciopelo que remataba estrenos triunfales. Un telón desde hace un tiempo entornado, para privilegiar esa vigilia del interregno; la vida y la muerte forzando tablas para gozar en su presencia de su estética. Desde el Ateneo de Córdoba tuvimos la honra de homenajearlo en ese tránsito que no pertenece ni a los hombres ni a los dioses. Si acaso, en el umbilicado goce de sentirlo carnalmente entre nosotros, aunque su alma ya solo tuviera palique para las musas. Mejor que esa querencia ingrata y genética de procesionar la valía tras los crespones negros.
Don Antonio ha tenido el honor de elegir su propio Yuste. En su fundación, en ese edificio abisagrado por las quebraduras del destino, que fue un día cenobio y hoy Academia, en su literalidad platónica, de jóvenes artistas. Ellos son los senescales del hombre que se esposó con los anillos de Jimena, cuestionó la falaz gazmoñería de Ulises con su Ítaca; o hizo hablar a las piedras en una torrontera de eufonía. Desde ese convento, la punta de sus cipreses corifean el silencio con otras espadañas; trafican con teselas cual sestercios para que esta ciudad siga pagando el tributo con la inmortalidad. Gala cumple esa cuota del ripio de Ricardo Molina: En Córdoba no nació su historia, pero vive y muere su canción.
Gala nos deja el legajo de una libertad indómita, atributo de quien la articula con palabras rebeldes y precisas. Y antes de apegarse definitivamente a las musas, nos regala un don, no extinto, pero sí escaso: el que fragua, como un centauro tranquilo, el inconformismo de la belleza.
Miguel Ranchal Sánchez

CONVOCADOS LOS PREMIOS DEL ATENEO DE CÓRDOBA
XI Premio de Relato Rafael Mir.
XXXIX Premio de Poesía Juan Bernier.
IX Premio Agustín Gómez de Flamenco Ateneo de Córdoba.

Fallo de las Fiambreras de Plata 2022, relación de homenajeados aquí.

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José de la Peña y Aguayo

De Ateneo de Córdoba
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José de la Peña y Aguayo (1801-1853) fue un español abogado, militar, escritor, ministro de Hacienda en 1836 y senador vitalicio en 1847. Es conocido especialmente por haber sido defensor de la heroína granadina Mariana Pineda.

Cuadro de José de la Peña y Aguayo, del pintor José Vallespín, conservado en el Museo Aguilar y Eslava de Cabra
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Vida y estudios

  • Nace en Cabra el 16 de diciembre de 1801.
  • Estudió Filosofía en el Colegio de la Purísima Concepción de dicha ciudad, hoy I.E.S. Aguilar y Eslava.
  • De allí pasó a la Universidad de Granada, donde cursó estudios de Jurisprudencia, obteniendo el título de abogado en enero de 1824.
  • Conoció personalmente a Mariana Pineda, probablemente porque la madre de Mariana Pineda, María de los Dolores Muñoz y Bueno, era de Lucena y una de sus más famosas obras fue, precisamente, una biografía de Mariana Pineda, escrita en 1836. Con ella tuvo una hija llamada Julia.
  • Muere en 1853.

Trabajos y cargos desempeñados

  • Fue profesor de Economía Política en el Colegio de la Purísima Concepción de Cabra, hoy IES Aguilar y Eslava.
  • Ejerció como abogado en Granada hasta 1823.
  • A la muerte de Fernando VII, se nombra un consejo de gobierno cuyo secretario era el conde de Ofalia. José de la Peña fue nombrado oficial mayor de dicha Secretaría.
  • Secretario de Su Majestad con ejercicios de decretos. Durante un tiempo fue intendente de Palacio.
  • Condecorado con la Cruz y Placa de la Orden de Carlos III.
  • Cuando la Constitución de 1812 es restablecida en agosto de 1836, abandona sus cargos y vuelve a ejercer la abogacía libre.
  • Ejerció como abogado en importantes causas como la defensa de los canónigos de Toledo, la de Manuel Godoy, Príncipe de la Paz.
  • Fue diputado por Córdoba en las Cortes constituyentes que revisaron el Estatuto real.
  • Fue diputado por Málaga en las siguientes elecciones a Cortes.
  • Durante el reinado de Isabel II llegó a ocupar la cartera del ministerio de Hacienda, en 1836, entre otros cargos.
  • Protagonizó la defensa de Mariana Pineda, de la que fue su biógrafo.
  • Fue reconocido como un eminente jurisconsulto.

Obras escritas

  • Discurso histórico-legal sobre la sucesión de la corona.
  • El juicio de los jurados para conocer de la causa contra los canónigos de la Santa iglesia primada de Toledo.
  • Vida de Dª Mariana Pineda.
  • Tratado de la hacienda de España.
  • Defensa del Príncipe de la Paz.
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