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== Reseña ==
 
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Tras una guerra devastadora, el final de los [[Años 1940|cuarenta]] ofrecía pocas esperanzas acerca de la posibilidad de una pronta resurrección de la industria cinematográfica europea: esa que otrora constituyó una seria competencia comercial para el cine estadounidense, además de fuente generadora de logros artísticos impresionantes, estaba prácticamente desmantelada. Pero si hay algo que caracteriza el empeño humano, cuando de la creación artística se trata -una de esas raras facetas de la humanidad en que siempre termina por surgir lo mejor de la especie-, es su tremenda capacidad para, cual ave fénix, resurgir de sus propias cenizas, y hacer de necesidad, virtud. Desde esa perspectiva, la falta de recursos económicos aguzó el ingenio y estimuló el ansia de hacer un cine que constituyera, con toda consciencia, un reflejo fiel del enorme sufrimiento provocado por la contienda mundial recién terminada: ahí, y así, surge el neorrealismo italiano, y, como obra fundacional -y una suerte de manifiesto práctico del mismo-, una película impresionante, una de las más grandes joyas de la historia del cine, Ladrón de bicicletas.
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Centrada en un arco temporal breve (la acción transcurre, en su integridad, en sólo tres jornadas), y basada en una historia cuyo “leit-motiv” gira alrededor de una bicicleta -su desempeño, su robo y su posterior búsqueda-, convertida en metafórica cornucopia de la cual ha de emanar el bienestar económico de una humilde familia romana (los Ricci, Antonio, a la cabeza, acompañado de su mujer, Maria, y de sus dos pequeños hijos, Bruno y una bebé), Ladrón de bicicletas consigue con una historia mínima -si nos atenemos a su complejidad y textura- y una realización de una sencillez aplastante, conmovernos como muy pocas películas podrían llegar a hacerlo: ahí radica, precisamente, su grandeza, y su capacidad para fascinarnos como pocas películas lo hayan podido conseguir, tanto antes como después.
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No es difícil desentrañar e identificar las claves con las que [[Vittorio De Sica]] obra esta especie de pequeño milagro: en primer lugar, fundamental, la elementalidad de la trama, y de su puesta en escena, sin que ello prive a todos y cada uno de los episodios que la componen de una enorme capacidad para generar sentimientos y reflexiones de gran calado; por otro lado, la influencia de la partitura (obra del ya por entonces veterano Alessandro Cicognini), cuya presencia permanente a lo largo de todo el metraje, con ese motivo principal que tan espléndidamente se ajusta al tono ambiental del film, constituye un refuerzo dramático de primer orden; y, por último, y sin ánimo de exhaustividad, la interpretación de los dos protagonistas, padre e hijo, Lamberto Maggioriani y Enzo Staiola (Antonio y Bruno Ricci), actores aficionados cuya espontaneidad y naturalidad consiguen encarnar la desesperanza y el abatimiento que te sitúan, sin un ápice de sensiblería y con un verismo increíble, al mismo borde de la lágrima.
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Ladrón de bicicletas marcó un hito, y abrió una senda por la que, posteriormente, transitaron muchas otras películas, muchas otras historias: de hecho, su huella, amplia y poderosa, aún es fácilmente rastreable en innumerables muestras de cinematografías que le son, incluso, muy lejanas, tanto temporal como geográficamente. Pero es muy difícil que ninguna de éstas, aun con sus cualidades y calidades, tangibles y apreciables, llegue a tocarnos la fibra sensible con la misma eficacia, rotunda y tremenda, con que lo llega a hacer ésta: ahí radica su enorme mérito y su inmensa capacidad evocativa, de la cual nunca llega uno a sustraerse totalmente.
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Revisión actual del 17:14 30 jul 2011

Ladri di biciclette
Título Ladrones de bicicletas (Argentina)
Ladrón de bicicletas (España)
The Bicycle Thief (EE.UU.)
Bicycle Thieves (Reino Unido)
Cine Social - 2005
Cine Social - 2005

Ficha técnica
Dirección Vittorio De Sica

Guión Cesare Zavattini (basado en la novela de Luigi Bartolini)

Música Alessandro Cicognini

Fotografía Carlo Montuori

Reparto Lamberto Maggiorani
Enzo Staiola
Lianella Carell
Gino Saltamerenda
Vittorio Antonucci
Giulio Chiari
Elena Altieri

Datos y cifras
País(es) Italia
Año 1948
Género Drama
Duración 88 minutos

Reseña

Ladron de bicicletas.JPG

Tras una guerra devastadora, el final de los cuarenta ofrecía pocas esperanzas acerca de la posibilidad de una pronta resurrección de la industria cinematográfica europea: esa que otrora constituyó una seria competencia comercial para el cine estadounidense, además de fuente generadora de logros artísticos impresionantes, estaba prácticamente desmantelada. Pero si hay algo que caracteriza el empeño humano, cuando de la creación artística se trata -una de esas raras facetas de la humanidad en que siempre termina por surgir lo mejor de la especie-, es su tremenda capacidad para, cual ave fénix, resurgir de sus propias cenizas, y hacer de necesidad, virtud. Desde esa perspectiva, la falta de recursos económicos aguzó el ingenio y estimuló el ansia de hacer un cine que constituyera, con toda consciencia, un reflejo fiel del enorme sufrimiento provocado por la contienda mundial recién terminada: ahí, y así, surge el neorrealismo italiano, y, como obra fundacional -y una suerte de manifiesto práctico del mismo-, una película impresionante, una de las más grandes joyas de la historia del cine, Ladrón de bicicletas.

Centrada en un arco temporal breve (la acción transcurre, en su integridad, en sólo tres jornadas), y basada en una historia cuyo “leit-motiv” gira alrededor de una bicicleta -su desempeño, su robo y su posterior búsqueda-, convertida en metafórica cornucopia de la cual ha de emanar el bienestar económico de una humilde familia romana (los Ricci, Antonio, a la cabeza, acompañado de su mujer, Maria, y de sus dos pequeños hijos, Bruno y una bebé), Ladrón de bicicletas consigue con una historia mínima -si nos atenemos a su complejidad y textura- y una realización de una sencillez aplastante, conmovernos como muy pocas películas podrían llegar a hacerlo: ahí radica, precisamente, su grandeza, y su capacidad para fascinarnos como pocas películas lo hayan podido conseguir, tanto antes como después.

No es difícil desentrañar e identificar las claves con las que Vittorio De Sica obra esta especie de pequeño milagro: en primer lugar, fundamental, la elementalidad de la trama, y de su puesta en escena, sin que ello prive a todos y cada uno de los episodios que la componen de una enorme capacidad para generar sentimientos y reflexiones de gran calado; por otro lado, la influencia de la partitura (obra del ya por entonces veterano Alessandro Cicognini), cuya presencia permanente a lo largo de todo el metraje, con ese motivo principal que tan espléndidamente se ajusta al tono ambiental del film, constituye un refuerzo dramático de primer orden; y, por último, y sin ánimo de exhaustividad, la interpretación de los dos protagonistas, padre e hijo, Lamberto Maggioriani y Enzo Staiola (Antonio y Bruno Ricci), actores aficionados cuya espontaneidad y naturalidad consiguen encarnar la desesperanza y el abatimiento que te sitúan, sin un ápice de sensiblería y con un verismo increíble, al mismo borde de la lágrima.

Ladrón de bicicletas marcó un hito, y abrió una senda por la que, posteriormente, transitaron muchas otras películas, muchas otras historias: de hecho, su huella, amplia y poderosa, aún es fácilmente rastreable en innumerables muestras de cinematografías que le son, incluso, muy lejanas, tanto temporal como geográficamente. Pero es muy difícil que ninguna de éstas, aun con sus cualidades y calidades, tangibles y apreciables, llegue a tocarnos la fibra sensible con la misma eficacia, rotunda y tremenda, con que lo llega a hacer ésta: ahí radica su enorme mérito y su inmensa capacidad evocativa, de la cual nunca llega uno a sustraerse totalmente.


Película reproducida en el Ciclo de Cine Social del año 2005.

Reseña elaborada por el socio de la Sección de Cine del Ateneo de Córdoba .