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Imagen:Bartolomé Esteban Murillo -Muchacho con perro 1650.jpg|Muchacho con perro (1650)
 
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Revisión del 07:33 11 sep 2011

Bartolomé Esteban Murillo (* Sevilla, 31 de diciembre de 1617 – † Cádiz, 3 de abril de 1682) fue un pintor español del siglo XVII. Es una de las figuras más importantes de la pintura barroca española que, tras haber decaído en estimación a principios del siglo XX, vuelve a gozar de importante reconocimiento mundial.[1]

Vida y obra

Nació en 1617 en la ciudad de Sevilla. Fue bautizado en la parroquia de Santa María Magdalena de la ciudad de Sevilla. Fue el menor de catorce hermanos. Su padre era un cirujano barbero llamado Gaspar Esteban, siendo por tanto Esteban su primer apellido. Su madre se llamaba María Pérez Murillo, de quien tomó el apellido para firmar su obra, como hizo Velázquez. Al morir sus padres cuando tan sólo tenía 10 años, pasa al cuidado de una de sus hermanas mayores, Ana, casada con un barbero cirujano, Juan Agustín de Lagares, con quien el joven Bartolomé mantendría muy buena relación.

Primeros años

Aunque por influencia de su padre ya era aficionado al dibujo, Murillo se formó en el taller de su pariente Juan del Castillo, respetado artista en Sevilla, donde pronto comenzó a destacar de entre sus discípulos. Llegó a pasar allí cinco años, siendo uno de sus compañeros de taller el pintor granadino Alonso Cano. Para aportar algún dinero a la casa, a los 14 años de edad pintaba pequeños cuadros, o bien hacía dibujos para las comunidades religiosas.

A los 22 años Murillo decidió establecer un taller de pintura barata que le permitía vender cuadros sobre todo en las ferias de los pueblos, pero a pesar de que se vendían bien, esto no terminaba de satisfacer al artista, tanto es así que tras conocer copias de Anton van Dyck, traídas a Sevilla por Pedro Moya, surgió en él un fuerte deseo de perfeccionar su pintura. Aunque no se conoce que viajara al extranjero, conoció bien la pintura flamenca, debido entre otras cosas a la posible relevancia de Sevilla como importante ciudad comercial, ya que esto favoreció el conocimiento exterior. No obstante, Murillo tomó la resolución de abandonar su ciudad al menos por un tiempo; el inconveniente sería su situación económica, por lo que tras comprar una pieza de tela y hacerla trozos, pudo pintar en cada uno de ellos un cuadro que vendería a un mercader que embarcaba para Indias.

Se fue a Madrid y logró que Velázquez le abriera las puertas de los palacios reales de Madrid, Toledo y el Monasterio de El Escorial con lo que pudo admirar y copiar grandes pinturas de diferentes maestros, educándose y perfeccionándose de este modo; además, trabajó en el estudio de Velázquez, regresando finalmente a Sevilla cuando convino que realmente estaba preparado. En su ciudad natal causó sensación y admiración por su nueva forma de pintura, siendo entonces cuando comenzó a consagrarse verdaderamente como un pintor. Sus primeras obras están influidas por Zurbarán, Ribera, Alonso Cano, Rubens, Tiziano y Velázquez. De gran realismo, aunque con un estilo que se estaba forjando a lo que sería después, su pintura de estos años está llena de sentido social y de estética naturalista; sus grandes temas, como los niños mendigos o las escenas de la infancia de Cristo, ya están presentes en estos años, y conectan con la sensibilidad popular de las barriadas sevillanas azotadas por la peste y la mortalidad infantil. Su obra fue adquiriendo importancia y evolucionó hacia un pintura suave de gusto burgués y aristocrático, como demuestran sus obras religiosas. Murillo se convirtió en un excelente pintor y poco a poco cimentó su fama.

Consolidación

En 1645 pintó trece lienzos para el claustro de San Francisco el Grande de Sevilla, que le proporcionaron un justificado renombre. Se casa ese mismo año con Beatriz Cabrera, con la que tendrá nueve hijos, cuatro de los cuales murieron en la epidemia de peste acaecida en Sevilla, en 1649. A raíz de un par de cuadros que lleva a cabo para la Catedral de Sevilla, empezará a especializarse en los dos temas que más fama le han proporcionado, las vírgenes con niño y las Inmaculadas.

Tras una estancia en Madrid entre 1658 y 1660, en este último año, intervino en la fundación de la Academia de Pintura, cuya dirección compartió con Herrera el Mozo. En esa época de máxima actividad recibió importantes encargos, como el retablo del Monasterio de San Agustín; los cuadros para Santa María la Blanca, concluidos en 1665; las pinturas para el retablo mayor y los altares de las capillas laterales de la Iglesia del Convento de Capuchinos de Sevilla, uno de sus más importantes conjuntos pictórico, y Santo Tomás de Villanueva repartiendo limosna también para los capuchinos de Sevilla; o los cuadros sobre las obras de misericordia para el Hospital de la Caridad.

Las pinturas de la Iglesia de los Capuchinos de Sevilla fueron salvadas de la invasión francesa y restauradas por el pintor sevillano Joaquín Bejarano. En agradecimiento, los frailes le regalaron la pieza que presidía el retablo mayor, El Jubileo de la Porciúncula, actualmente en el Museo Wallraff-Fichard de Colonia, escena que ha sido sustituida por la Inmaculada llamada La Colosal, que Murillo realizara hacia 1650 para el convento sevillano de San Francisco. En la zona inferior del retablo se situaba la Santa Faz y sobre ésta La Virgen de la Servilleta. En los laterales del cuerpo bajo se encontraban a la izquierda las Santas Justa y Rufina, prototipos de belleza popular sevillana, y a la derecha San Leandro y Santa Buenaventura, patronos de Sevilla. En el segundo cuerpo se situaban a la derecha San José con el Niño y a la izquierda San Juan Bautista. En el ático figuraban San Antonio con el Niño y San Félix de Cantalicio con el Niño, ambas en formato de medio luneto que posteriormente fue transformado a rectagular. El retablo se halla actualmente en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Murillo destacó también como creador de tipos femeninos e infantiles: del candor de La muchacha con flores al realismo vivo y directo de sus niños de la calle, pilluelos y mendigos, que constituyen un prodigioso estudio de la vida popular. Después de una serie dedicada a la Parábola del hijo pródigo, se le encomendó la decoración de la iglesia del convento de los capuchinos de Cádiz, de la que sólo concluyó los Desposorios de santa Catalina, ya que falleció mientras trabajaba en ella, a consecuencia de una grave caída desde un andamio, aunque no en el acto, ya que sobrevivió al accidente unos meses más.

A petición del propio pintor, el día 4 de abril de 1682 (un día después de su muerte) fue enterrado en la primitiva Iglesia de Santa Cruz, iglesia que desapareció durante la ocupación francesa; y aunque más tarde volvería a ser levantada una nueva, el solar de la antigua es ocupado hoy día por la Plaza de Santa Cruz, bajo la cual, y en lugar ignorado, descansan los restos de Bartolomé Esteban Murillo.

Homenaje a Murillo

Murillo fue muy querido, tanto en círculos cultos como populares; existen diversas referencias al pintor dentro del mundo literario. Innumerables poemas y relatos glosaron tanto su personalidad como su pintura, y una prueba de ello es lo que el ilustrado Jovellanos dedicó al artista:

¡Gran Murillo! Yo he creído en tus obras los milagros del arte y del ingenio; yo he visto en ellas pintadas la atmósfera, los átomos, el aire, el polvo, el movimiento de las aguas y hasta el trémulo resplandor de la mañana. Tu nombre es el celebrado por todas las personas de buen gusto; pero ¡cúanto más lo sería si el buril hiciese más conocidas tus obras!

.-Elogio de las Bellas Artes-. (Melchor Gaspar de Jovellanos. Madrid, 14 de julio de 1781).

La fama de Murillo en los siglos XVIII y XIX explica que sus pinturas se hallen dispersas en museos y colecciones de todo el mundo. Con todo, subsiste una parte importante de su producción en Sevilla, especialmente en el Museo de Bellas Artes. El Museo del Prado de Madrid custodia más de 40 obras suyas. Hay otras en el Museo Thyssen-Bornemisza, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, Museo de Bellas Artes de Bilbao, etc.

No obstante, coincidiendo con el impresionismo y la pujanza crítica de Velázquez, el arte de Murillo llegó a ser subestimado, fenómeno que será arrastrado hasta principios del siglo XX, cuando su estilo es incluso tachado de empalagoso y conservador. Fue a partir de los años 80, gracias a nuevas exposiciones y libros, cuando su estima se recupera en parte.

En honor a este artista que ha legado al mundo numerosas pinturas, no sólo religiosas sino que también costumbristas, se han bautizado calles, plazas e incluso jardines, como es el caso de los Jardines de Murillo de Sevilla. Una estatua en bronce del pintor se alza sobre un pedestal en la plaza del Museo de Bellas Artes de Sevilla, obra del escultor madrileño Sabino de Medina fechada en 1864, y una réplica posterior del mismo autor, se levanta en la plaza de Murillo de Madrid, entre el Museo del Prado y el Jardín Botánico. El monumento representa al pintor de pie junto a un estrado donde se apoya y sostiene una paleta y un boceto. Como nota curiosa, existe una escultura de Murillo que corona, junto a otros 11 ilustres sevillanos, la fachada del Palacio de San Telmo de Sevilla. También existe en Sevilla el Museo Casa de Murillo; un museo-monumento del pintor sevillano inaugurado en 1982.

El 24 de marzo de 1960, se emitió en España una serie de sellos filatélicos de diferentes valores representando diversas obras de Bartolomé Esteban Murillo:

Discípulos

Aunque dentro del mundo del arte y la pintura Murillo tuviera muchísimos admiradores (hasta el punto de que los pintores sevillanos posteriores fueran denominados "escuela de Murillo"), sus discípulos reconocidos son los menos. No obstante, entre los que mejor asimilaron su técnica se podría citar a Pedro Núñez de Villavicencio, Francisco Meneses Ossorio , Cornelio Schut y Alonso Miguel de Tovar.

Referencias

Bibliografía

  • F.M. Tubino (1864). Murillo: su época, su vida, sus cuadros. Sevilla.
  • August Mayer (1913). Murillo. Stuttgart, Berlin.
  • A. Seeman (1933). Murillo. Bérgamo.
  • A. Muñoz (1942). Murillo. Novara.
  • E. Lafuente Ferrari (1953). Breve historia de la pintura española. Madrid.
  • Jonathan Brown (1976). Murillo and his drawings. Princeton.
  • J.A. Gaya Nuño (1978). La obra completa de Murillo. Barcelona.
  • J. Brown (1980). Imágenes e ideas en la pintura española del siglo XVII. Madrid.
  • Angulo Íñiguez, Diego (1980). Murillo. I, Su vida, su arte, su obra. Espasa-Calpe, Madrid.
  • Angulo Íñiguez, Diego (1981). Murillo,. II, Catálogo crítico. Espasa-Calpe, Madrid.
  • Angulo Íñiguez, Diego (1981). Murillo,. III, Láminas. Espasa-Calpe, Madrid.
  • Catálogo de la exposición (1982). Murillo (1617-1682). Museo del Prado, Madrid-Royal Academy, Londres, Madrid.
  • N. Ayala Mallory (1983). Bartolomé Esteban Murillo. Madrid.
  • J. Gállego (1987). Visión y símbolos en la pintura española del Siglo de Oro. Madrid.
  • Ye. Vaganova (1988). Murillo and His Time. Moscú.
  • GARCIA FELGUERA, MARIA DE LOS SANTOS (1989). La Fortuna de Murillo (1682-1900). Diputación Provincial de Sevilla.
  • VALDIVIESO GONZALEZ, ENRIQUE (1990). Murillo, sombras de la tierra, luces del cielo. Madrid.
  • N. Ayala Mallory (1991). Del Greco a la pintura de Murillo. La pintura española del Siglo de Oro 1556-1700. Madrid.
  • Karin Hellwig (1991). Vom Reiz des Alltäglichen- Barolome Esteban de Murillo, in Henrik Karge Vision oder Wirklichkeit- die spanische Malerei der Neuzeit. Klinkhardt u.Biermann.
  • F. Calvo Serraller (1991). Teoría de la pintura del Siglo de Oro. Madrid.
  • VALDIVIESO GONZALEZ, ENRIQUE (1994). Murillo. Alianza, D.L., Madrid.
  • Encyclopedic Dictionary (1999). Painting of Europe. XIII-XX centuries. Iskusstvo, Moscú.

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