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Revisión del 22:06 8 may 2013
Enrique Pérez Escrich, también conocido por sus seudónimos Carlos Peña-Rubia y Tello (Valencia, 1829 - Madrid, 1897), fue un escritor y dramaturgo español, uno de los maestros del folletín.
Biografía
Múltiples y amargas incidencias marcaron su infancia y juventud, impidiéndole ejercer estudios serios y continuados. Marchó a Madrid muy joven, como cuenta en El frac azul. Episodios de un joven flaco (1864), una novela autobiográfica en que narra el ambiente de bohemia en que tuvo que vivir. Allí se mantuvo malamente del periodismo y del teatro cómico, costumbrista, musical e histórico en verso, bastantes con cierto sesgo social, como la zarzuela satírica ¡Vivan las cadenas! (1879), compuesta al alimón con su amigo José Rogel. Saludó la revolución de 1854 con la pieza teatral alegórica La voz de las provincias (1854), compuesta mano a mano con su amigo, el periodista demócrata Antonio Altadill. Sinceramente religioso, ensayó el drama sacro con La pasión y muerte de Jesús. Drama sacro-bíblico en seis jornadas y un epílogo, escrito en verso, según los Evangelios (Madrid, Imprenta de Don Cipriano López, 1856).
Tras el estreno de El cura de aldea, su pieza más popular, decidió refundirla como novela con tal éxito que decidió consagrarse a la narrativa, escribiendo torrencialmente novelas por entregas según la fórmula puesta de moda por Manuel Fernández y González, al que, si bien no emula, sigue muy de cerca hasta el punto de haber escrito tanto y haber ganado poco menos que él, entre cuarenta mil y cincuenta mil pesetas anuales que gastaba rápidamente en vivir como un nabab y obsequiar a sus amigos, pues era hombre muy generoso y caballero ejemplar. Amistó por entonces con el marqués de la Conquista o de Valdeguerrero, quien lo llevó de monterías por tierras de Albacete y Ciudad Real. En sus últimos años de vida, arruinado por su prodigalidad y enfermo, consiguió que le dieran el cargo de director del Asilo de las Mercedes.
Fue el más adelantado de los discípulos de Fernández y González; de una inagotable imaginación, poseía una gran facilidad narrativa y se mostró maestro en los diálogos y en las descripciones; tenía sentido de lo sensacional y de lo melodramático, pero su prosa de folletín es demasiado llana y vulgar, no así la que ejerce en otras obras destinadas a un público más exigente. Fue el ídolo de las clases populares españolas y durante veinte años se vendieron miles y miles de ejemplares de sus novelones, coleccionados en porterías, sotabancos, trastiendas, fábricas y talleres. Supo llegar como pocos a la sensibilidad íntima y la emoción de las clases sencillas y los seres vulgares de vida difícil.
Obras
La obra de Pérez Escrich tuvo mucho curso en el siglo XIX, pero también en el primer tercio del siglo XX, cuando en los años veinte la imprenta de El Mercantil Valenciano decidió reimprimir casi todas sus novelas. Entre ellas merecen citarse la muy famosa El cura de la aldea, La caridad cristiana (segunda parte de El cura de aldea), El mártir del Gólgota (tradiciones de Oriente), traducido al francés (París, 1868) y al inglés (Nueva York, 1887), Los desgraciados: cuadros sociales, Un hijo del pueblo (Madrid, Miguel Quijano, 1888), El último beso,El matrimonio del Diablo, Historia de un beso, Fortuna. Historia de un perro agradecido, Sor Clemencia, La envidia. Historia de los pequeños, La mujer adúltera, Escenas de la vida, El infierno de los celos, La calumnia. Páginas de la desgracia, Las obras de misericordia, La esposa mártir, El genio del bien, El amor de los amores, El manuscrito de una madre, La madre de los desamparados, Las redes del amor, Los que ríen y los que lloran, Alumbra a tu víctima (Madrid: Imp. José Rodríguez, 1855).
Otras obras, quizá más interesantes y sin duda mejor escritas, son las dedicadas a temas autobiográficos, como el ya citado El frac azul, Los cazadores. Episodios alegres escritos al aire libre (Madrid: Miguel Guijarro, 1876) o La Mancha: narraciones venatorias, segunda parte de "Los cazadores" (1881). En cuanto a la narrativa corta, imprimió al menos tres colecciones, El Hombre de las tres vacas: narraciones inverosimiles (1888), Un libro para mis nietos: colección de novelas, cuentos y articulos (1894) y Narraciones literarias (siglo XIX) (Madrid: Juan Bravo, ¿1895?).
No se ha estudiado debidamente el no poco teatro que escribió; pueden citarse Calamidades, juguete cómico de 1855; Ver y no ver, comedia de 1855; El maestro de baile, comedia de 1856; Herencia de lágrimas, drama de 1857; La corte del rey poeta, drama histórico de 1855 ambientado en la corte de Juan II; Gil Blas (zarzuela de 1860); Caricaturas, comedia de 1860; El corazón en la mano, drama de 1871; El maestro de hacer comedias, drama de 1875; La mosquita muerta, comedia de 1880; otras piezas son Juan el Tullido, Sueños de amor y de ambición, Alumbra a tu víctima, La hija de Fernán Gil, Los extremos, El ángel malo, El vértigo de Rosa, Amor y resignación, Las garras del diablo... Sus comedias más aclamadas fueron El cura de aldea, de planteamiento parecido al de La oración de la tarde de Luis Mariano de Larra, y La mala semilla, donde defiende el determinismo naturalista.
También ejerció la crítica literaria, como puede verse en su artículo "Los aplaudidores" en la revista La Ilustración Artística núm. 151, Barcelona, 1884.