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María de Zayas

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María de Zayas Sotomayor, (Madrid, 12 de noviembre de 1590 - 1661) fue una novelista española del Siglo de Oro.

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Era hija del capitán de infantería Fernando de Zayas y Sotomayor, que servía como caballero al conde de Lemos y a María de Barasa. Es de suponer que la familia siguió al Conde de Lemos a su virreinato de Nápoles. Vivió algún tiempo en Zaragoza. Se cree que pudo residir también en Sevilla o Granada. En cuanto a la fecha de su fallecimiento, existen dos partidas de defunción a nombre de María de Zayas, una del 19-I-1661 y la otra del 26-IX-1669; no se poseen datos de ella desde 1639.

Durante su estancia en Zaragoza publicó la primera parte de sus Novelas amorosas y ejemplares o Decamerón español (1637), un grupo de diez novelas cortesanas que analiza los estratos sociales superiores de su época y en la que se percibe influencia de Miguel de Cervantes.

Del Decamerón de Giovanni Boccaccio toma la fórmula de una reunión por culpa de una enfermedad (en vez de la peste, unas cuartanas de Lisis) a lo largo de cinco noches, en cada una de las cuales se narran dos novelas de gran crudeza. Al contrario que otros novelistas contemporáneos suyos, no pretende exhibir un ingenio cortesano complicando el estilo ni hacerse pasar por moralista sermoneadora, sino que le interesan la amenidad narrativa, la psicología de los personajes y los ambientes en que se mueven. Además, en sus denuncias de injusticias indignantes reflejan independencia y recio orgullo femenino, sin mostrarse pacata en las escenas escabrosas. La segunda serie está compuesta por Novelas y saraos (Barcelona, 1647) y Parte segunda del Sarao y entretenimientos honestos (1649), reeditados como Desengaños amorosos. Este segundo grupo de novelas intensifica los argumentos truculentos y escabrosos. Compuso además la comedia La traición en la amistad. Se conservan además algunas poesías suyas en diversas antologías (Botello, Montalbán, Cuevas, Del Castillo o la Fama Póstuma dedicada a Lope de Vega), aunque de altura inferior a su prosa.

Lope de Vega la elogia en la silva VIII de su El laurel de Apolo, a lo que ella correspondió homenajeándolo en un soneto. «Sibila de Madrid» la llama en La Garduña de Sevilla Alonso de Castillo Solórzano:

En estos tiempos luce y campea con felices lauros el ingenio de doña María de Zayas y Sotomayor, que con justo título ha merecido el nombre de Sibila de Madrid, adquirido por sus admirables versos, por su felice ingenio y gran prudencia, habiendo sacado de la estampa un libro de 10 novelas que son 10 asombros para los que escriben deste género, pues la meditada prosa, el artificio dellas y los versos que interpola, es todo tan admirable, que acobarda las más valientes plumas de nuestra España.

Durante largo tiempo oscurecida por la crítica, Emilia Pardo Bazán reivindicó su obra, definida como picaresca de la alta sociedad del Siglo de Oro. Como narradora le caracteriza una gran fuerza. Es de una frescura y novedad sin precedentes ni tampoco epígonos. Tiene de su época el gusto por la violencia, la crueldad, la magia y los encantamientos. La moral en ella no es moraleja sino escarmiento. Ni ahorra episodios picarescos cuya crudeza no desmerece del Buscón quevedesco, ni queda atrás en el cultivo de la novela bizantina a la Cervantina en otros como La fuerza del amor o El prevenido engañado. Pero quizás lo que más sorprende en ella es la desenvoltura con que se comportan los personajes femeninos en el aspecto sexual y amatorio. Desde la que persigue a un hombre que ve por el balcón hasta la que guarda un amante negro en el establo hasta devorarlo sexualmente, « antes de infinitos adulterios ». No en vano en el XVIII, la Inquisición prohibió reeditar sus novelas.

Invariablemente, hay mujeres que acaban mal por la liberalidad con que se entregan; pero no son todas. Es también notable lo poco que miran al decoro personal o familiar cuando siguen a sus impulsos, que es casi siempre. Al hilo de diálogos sobre los distintos narradores en torno a la discreta Lisis, María de Zayas critica con la misma libertad que muestran sus personajes las idea de la época acerca de la honra y la virtud, que, en su opinión, tanto perjudicaban a las mujeres. Así, en una frase que recuerda las de Sor Juana Inés de la Cruz, dice Lisis a un galán que proclamaba su deseo de encontrar mujer tonta y honrada:

«Y ¿cómo sabrá ser honrada la que no sabe en qué consiste el serlo?». Doña Emilia Pardo Bazán citaba algunos pasajes suyos sobre su feminismo:

En la era que corre estamos con tan adversa opinión con los hombres, que ni con el sufrimiento los vencemos ni con la conciencia los obligamos. (...) ¿Por qué, vanos legisladores del mundo, atáis nuestras manos para la venganza, imposibilitando nuestras fuerzas con vuestras falsas opiniones, pues nos negáis letras y armas? ¿Nuestra alma no es la misma que la de los hombres? (...) Por tenernos sujetas desde que nacimos, vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con temores de la honra, y el entendimiento con el recato de la vergüenza, dándonos por espadas ruecas, y por libros almohadillas.

Para María de Zayas, "las almas no son hombres ni mujeres". Era muy aficionada a la lectura, como dice en el prólogo "Al que leyere" de Novelas amorosas y ejemplares:

¿Qué razón hay para que no tengamos promptitud para los libros? Y más si todas tienen mi inclinación, que en viendo cualquiera nuevo o antiguo dexo la almohadilla y no sosiego hasta que le paso.

De la burla picaresca, abonada al tremendismo, que domina la primera serie novelesca, pasa en la segunda al motivo barroco por excelencia: el Desengaño, que es a veces notación de la injusta burla de las mujeres por los hombres y, en otras, expresión dolorida y casi metafísica de la imposibilidad de los sexos para vivir lealmente y en armonía, tan distintas son las fuerzas que los gobiernan. En La esclava de su amante, La inocencia castigada, El verdugo de su esposa o Mal presagio casar lejos, un hado siniestro domina las vicisitudes amorosas. De la carcajada en El castigo de la miseria se pasa a la melancolía y el pesar de Estragos que causa el vicio, última narración y despedida aparente de la autora. No hay dignidad en el amor:

¿Qué más desengaño aguardáis que el desdoro de vuestra fama en manos de los hombres?(...) ¿Es posible que con tantas cosas como habéis visto y oído no reconozcáis que en los hombres no dura más la voluntad que mientras dura el apetito, y en acabándose, se acabó?.

Lisis entra en un convento al final de las novelas y por ello muchos de sus críticos y editores han supuesto que ése fue el destino último de doña María. Azorín se la imaginaba en una buhardilla madrileña, mirando los tejados lluviosos y los gatos vagabundos.

El estilo de María de Zayas rehúye los excesos retóricos propios del culteranismo, tal como declara en la última novela de Desengaños amorosos:

Yo, como no traigo propósito de canonizarme por bien entendida, sino por buena desengañadora, es lo cierto que, ni en lo hablado ni en lo que hablaré he buscado razones retóricas ni cultas, porque demás de ser un lenguaje que con extremo aborrezco, querría que me entendiesen todos, el culto y el lego (...) Y así he procurado hablar en el idioma que mi natural me enseña y deprendí de mis padres, que lo demás es una sofistería en que han dado los escritores por diferenciarse de los demás, y dicen a veces cosas que ellos mismos no las entienden. ¿Cómo las entenderán los demás sino en diciendo, como algunas veces me ha sucedido a mí, que, cansado el sentido por saber qué quiere decir y no sacando fruto de mi fatiga, digo: "Muy bueno debe de ser, pues que yo no lo entiendo".

En los años 80, Televisión Española emitió una serie con cuentos eróticos de María Zayas. La historia principal se ambientaba en el siglo XIX o principios del XX: unas personas que descansaban en un balneario se reunían cada tarde en un jardín y disfrutaban de una sesión de cuentos, éstos sí, ambientados en otras épocas.

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