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Dolores Rivas Cherif

De Ateneo de Córdoba
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Dolores Rivas Cherif (Madrid, 1904 - 30 de abril de 1993) fue la esposa de Manuel Azaña, presidente del gobierno y presidente de la Segunda República Española, exiliada en México tras la muerte de su marido en Francia en 1940.

Biografía

Orígenes familiares

Nace en una familia de la burguesía acomodada madrileña, y se cría en el barrio de Salamanca. Hija de Matías Rivas y Susana Cherif. Se cuenta con poca información sobre su vida, aparte de las referencias en las memorias de su marido y su hermano. Se la describe como mujer de convicciones profundas, incluidas las religiosas, sensible y culta. Conocida en el entorno familiar como Lola, y en el exilio mexicano como Doña Lola.

Matrimonio

Hermana menor del amigo íntimo de Azaña, Cipriano Rivas Cherif, se conocen en las veladas en casa de la familia Rivas Cherif. Comienzan sus relaciones en 1927. La obra La Corona está dedicada a ella. Dada la diferencia de edad, el desarrollo de la relación no es sencillo. En una nota de los diarios de Azaña de 10 de julio de 1929 escribe:

"¿De qué estoy yo tan tiernamente enamorado?, ¿es de una graciosa persona?, ¿es del amor?, ¿es de mi capacidad de ternura que busca empleo, y con él, una dicha comunicable,quizá la postrera en mi vida? Yo no lo sé. Anoche pasé un momento angustioso, las conveniencias sociales, que ni aun para descifrar un enigma debo romper, me impiden una explicación, un diálogo, contraste de la realidad de mi sueño. Y yo no podía más, temí que iba a decirlo a voces delante de todos. Estaba transido. Ello lo sabe tiempo ha, y es cruel sin darse cuenta. ¿Será locura y me tratará como a un loco? Desde mi conveniencia personal es cuando menos una extravagancia, una aventura imprudente, trastornaría mi modo de vivir. Ciertos consejos del egoísmo me inducen a retirarme a mis trincheras, pero la dicha de revelarle amor siendo ella tan sensible, tan capaz, vale más que todo. La situación es absurda, yo no tengo la libertad que tendrá otro cualquiera para salir con ella. No sé qué hacer y, entretanto, divago, me atormento y me entristezco"

Cuando Azaña le confiesa a Cipriano su enamoramiento este está seguro de la negativa de su hermana. Azaña se declaró en un baile de Carnaval organizado por la familia Caro-Baroja en su casa madrileña de la calle Mendizábal. Él se presenta vestido de cardenal y ella de dama del Segundo Imperio. Se casan el 27 de febrero de 1929. Ella tiene 25 años de edad y él 49, funcionario distinguido del Ministerio de Gracia y Justicia. La boda se celebró en la iglesia de los Jerónimos de Madrid, con un té posterior en el hotel Ritz. Viaje de novios a París y los Países Bajos.

Acompaña con frecuencia a su marido. Está con él cuando se firma el Pacto de San Sebastián en 1930, está con él en su despacho cuando se produce la Sanjurjada en 1932. Cuando lo detienen en Barcelona en 1934, enseguida se desplaza a la ciudad condal. Pasará un mes antes de que pueda verlo, el 12 de noviembre.

Guerra civil

Dos días antes del levantamiento, el 16 de julio, había ido a visitar a unos sobrinos enfermos en Guadarrama. Azaña dio la orden a Cándido de Oliva, secretario general de la Presidencia, para que fuera a buscarla. Se mantuvo junto al presidente en todo momento, en todas sus residencias oficiales. También estará en la residencia del Palacio de la Ciudadela de Barcelona (1936), Monasterio de Monserrat, La Pobleta (Valencia) en 1937, finca La Barata, cerca de Tarrasa. Tras la derrota de la Batalla del Ebro, lo acompañó también al castillo de Perelada y otros alojamientos hasta la salida definitiva del país.

Durante su estancia en la residencia de La Pobleta (Valencia), 1937, le fue pintado su retrato por López Mezquita, conservado en su domicilio mexicano frente al de su marido.

Primer exilio en Francia

Acompañó a su marido en su salida al exilio el 5 de febrero de 1939, pasando caminando la frontera con Francia. Residieron en varias lugares (Collonges-sous-Salève, París, Ginebra, Pyla-Sur-Mer) hasta su muerte en 1940 en Montauban. Cuando en 1940, tras la caída de Francia, Negrín ofrece a Manuel Azaña su traslado en barco a Inglaterra, este no acepta al no haber pasaje también para su mujer. Será ella quien realice continuas gestiones con el embajador de México en Vichy, Luis I. Rodríguez, para materializar la oferta de asilo político del presidente de México, general Cárdenas. Al conocerse la detención de su hermano Cipriano, constan cartas de clemencia enviadas por Dolores Rivas Cherif al Papa Pío XII y al mismísimo Franco, entre otros muchos.

Existe polémica sobre si en el momento de su muerte, Azaña comulgó y recibió la extremaunción. Dolores mandó llamar al obispo de la ciudad, monseñor Pierre-Marie Thèas, para asistir espiritualmente al enfermo. Los historiadores ponen en duda las manifestaciones del obispo sobre la aceptación voluntaria de los sacramentos, pese a las profundas convicciones religiosas de su mujer. En todo caso, ella siempre se negó a hacer declaraciones sobre la vida íntima del matrimonio, prefiriendo que se le conociera a través de sus propios escritos.

Exilio definitivo en México

Posteriormente recibió asilo político en México, donde residiría hasta su muerte en 1993. Llegó al puerto de Veracruz el 23 de junio de 1941. Se dispone de pocos datos sobre sus largos años de vida en México, donde se mantuvo discretamente apartada de la política, aunque dedicó esfuerzos a recuperar la obra de su marido. Una de los pocas pertenencias que pudo rescatar en su precipitada salida de España fueron los retratos al óleo de Azaña y de ella, pintados por López Mezquita en 1936, que siempre presidieron el salón de su casa mexicana. Sólo una vez salió del país, para visitar Francia, donde reposaban los restos de su marido. Su última residencia se encontraba en la colonia de Cuauhtemoc, al cuidado de su sobrina Susana Rivas, hija de su hermano Cipriano. Murió a los 89 años, en su casa, de un paro cardíaco. La familia mantuvo durante unas horas el suceso en secreto para celebrar una ceremonia íntima a la que asistieron 50 personas vinculadas al exilio republicano. Está enterrada en el panteón español de ciudad de México, junto a su hermano Cipriano.

Reconocimientos durante la transición democrática

Dolores Rivas Cherif recibió algunas consideraciones especiales durante los años de la transición a la democracia. Durante la primera visita a México del Rey Juan Carlos, en 1978, tras normalizarse las relaciones entre ambos países, acudió a la recepción en la embajada española, como una española más, donde mantuvo un encuentro informal. Este acto simbólico de reconciliación y aceptación de la nueva legitimidad, se considera importante, y la familia real le hacía llegar un ramo de flores en todas las ocasiones en que visitaban el país.

En su encuentro con el rey le comentó que, si su marido hubiera vivido hasta 1978, le hubiera gustado, como a cualquier español, ser testigo de la histórica reconciliación de un país que, tras una siniestra dictadura encabezada por el general Franco, hasta poco antes de esa fecha parecía irreconciliable.

Recibió una medalla de plata conmemorativa de la Constitución Española de 1978, enviada por el presidente del Congreso de los Diputados.

En 1978 el gobierno español le concedió una pensión de viudedad correspondiente al 40% del sueldo de un jefe del Estado, alrededor de dos millones de pesetas al año. Hasta entonces, había vivido prácticamente de la ayuda familiar e incluso de algunos trabajos caseros, que, sobre todo en los primeros años del exilio, le ayudaron a salir adelante.

Constan también contactos con los presidentes Leopoldo Calvo-Sotelo y Felipe González en sus visitas al país.

En 1982 recibe una medalla conmemorativa de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, símbolo del mérito de la mujer exiliada. El galardón lo recogió el embajador de España en México, Emilio Casinello.

Aunque nunca llegó a verlos, el ministro del Interior, José Barrionuevo, se puso en contacto con ella para comunicarle el hallazgo de los archivos de su marido, encontrados en 1984 en unos calabozos policiales de Madrid. No obstante ella decidió que quedaran custodiados por el estado.

Desde 1991 disponía de pasaporte diplomático que le entregó personalmente en su domicilio el embajador, Alberto Aza, por su condición de viuda de jefe de Estado.

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