Serrana

Este cante ha sido mal enjuiciado por los tratadistas e injustamente descuidado por casi todos los cantaores actuales. Trátase sin embargo de un estilo de gran belleza y rico en posibilidades expresivas. Y si estamos de acuerdo en que el flamenco debe prescindir de la tónica pesimista que le aqueja, la serrana, con su música de tercios prolongados y premiosos, bien podría constituir el vehículo más apropiado para ello.

Ricardo Molina alude a la pobreza de la serrana referente a su escasez de modalidades, y asegura que de ella existe una forma única. Pero esto no es del todo cierto. Entre la serrana que canta Pepe de la Matrona (extraordinaria) y la de Antonio Mairena, existen sustanciales diferencias; las mismas que puedan existir, por ejemplo, entre la seguiriya del Silverio y la de cambio de Manuel Molina. Y no hay tampoco que echar en olvido cierta forma de serrana seudo folklórica, muy popular por los años cuarenta, que debe ser prohijada por los buenos cantaores, cobraría altura y categoría, como la cobran todos los cantes menores que alcanzan tal privilegio.

Es también Ricardo Molina quien asegura que la serrana, pese a estar su temática referida a la vida de los serreños, contrabandistas, pastores, etc. Es cante de tierra baja, cordobesa y sevillana. Pero si Ricardo Molina, en vez de haberse limitado a investigar en los núcleos gitanos bajoandaluces, se hubiera dedicado a escalar las alturas de la serranía de Ronda y hubiera escuchado algunos cantares de labranza y los propios de los pastores y mayorales, estoy seguro que habría llegado a conclusiones muy diferentes.

La serrana es un cante antiquísimo al que ya hace referencia Estébanez Calderón, si bien con su escasa precisión de siempre. Al parecer las serranas se han venido interpretando en público sin guitarra hasta principios del siglo XX.

Por su letra, idéntica, al igual que la de las livianas, a las de las seguidillas castellanas, y apoyándose también en la coincidencia de compás, hay quien asegura que la seguiriya procede de la serrana, la cual sería a la vez una forma aflamencada de dicha seguidilla castellana, o manchega.

A la letra de las serranas, cuando no se rematan con la seguiriya de cambio, se le suele añadir una estrofa de tres versos (pentasílabos el primero y tercero, y eptasílabo el segundo) con lo que todavía viene a coincidir más con las letras de las seguidillas.

Mío es el árbol, mía

será la tierra

y el olivar y el trigo

que ya lo eran.

Mía es la tierra

y los que la labraban

ya están en ella.

Fuente

• Andrés Salom (Didáctica del cante jondo. Ediciones 23-27. Murcia, 1976)