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'''Juan Prim y Prats''' (Reus, 16 de diciembre de 1814 - Madrid, 27 de diciembre de 1870), conde de Reus y vizconde del Bruch, fue un militar y político progresista del siglo XIX muy influyente en la política española que llegó a ser Presidente del Consejo de Ministros de España. En su vida militar participó en la [[Primera Guerra Carlista]] y en la Guerra de África donde mostró relevantes dotes de valor y temeridad. Fue asesinado en Madrid.
 
'''Juan Prim y Prats''' (Reus, 16 de diciembre de 1814 - Madrid, 27 de diciembre de 1870), conde de Reus y vizconde del Bruch, fue un militar y político progresista del siglo XIX muy influyente en la política española que llegó a ser Presidente del Consejo de Ministros de España. En su vida militar participó en la [[Primera Guerra Carlista]] y en la Guerra de África donde mostró relevantes dotes de valor y temeridad. Fue asesinado en Madrid.
 
 

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Juan Prim y Prats (Reus, 16 de diciembre de 1814 - Madrid, 27 de diciembre de 1870), conde de Reus y vizconde del Bruch, fue un militar y político progresista del siglo XIX muy influyente en la política española que llegó a ser Presidente del Consejo de Ministros de España. En su vida militar participó en la Primera Guerra Carlista y en la Guerra de África donde mostró relevantes dotes de valor y temeridad. Fue asesinado en Madrid.

Guerras carlistas

Prim fue ascendido a teniente por las victorias obtenidas sobre partidas carlistas, durante la llamada Guerra de los siete años. Al frente de una compañía tomó Vilamajor del Vallés defendida por fuerzas carlistas superiores, y resultó herido.

Nuevas acciones victoriosas le promovieron a capitán. La toma de San Miguel de Sarradell, donde capturó personalmente la bandera del cuarto batallón carlista de Cataluña, hizo que se le concediera la Cruz Laureada de San Fernando de primera clase. Seguidamente asaltó Solsona y logró escalar personalmente el fuerte abriendo las puertas, acción por la que fue ascendido a comandante.

Nuevas muestras de valor y arrojo extraordinarios eran objeto de comentario en todo el país; sus propios soldados le aclamaban. Por una acción extraordinaria en Àger se le ascendió a mayor de batallón y se le encargó el mando en la zona de la línea de Solsona -Castellvell, por la cual pasaban los convoyes de aprovisionamiento carlista. En los combates que sostuvo perdió varias veces el caballo y él mismo resultó herido más de una vez, ganando otra cruz de San Fernando y el grado de coronel.

Al terminar la guerra tenía 26 años, había tomado parte en 35 acciones, conseguido todos los grados en el campo de batalla y su nombre era ya un símbolo de valor.

Entrada en política

Tras el pronunciamiento liberal de La Granja (1836) los constitucionalistas se dividieron en conservadores y progresistas. En 1840 Prim se adhirió a estos últimos, que estaban dirigidos por Calatrava y Mendizábal y en 1841 se presentó a diputado por la provincia de Tarragona y obtuvo el escaño. Como se había hecho la paz con los carlistas, los cuerpos voluntarios habían sido disueltos y se dudaba de que los grados de Prim le fueran reconocidos, pero su gran prestigio, superior al de cualquier otro contemporáneo, y el acta de diputado, facilitaron que fuera confirmado como coronel y además el regente Espartero le nombró Subinspector de Carabineros de Andalucía.

En este puesto consiguió evitar que los conservadores al mando de Ramón Narváez y partidarios de devolver la regencia a Maria Cristina, pudieran entrar en España por Gibraltar, y aunque Leopoldo O’Donnell, otro de los líderes conservadores, entró en el Norte hasta Pamplona, tuvo que retirarse.

No obstante Prim se enemistó con Espartero y su gobierno a los que acusó de favorecer los tejidos ingleses con el fin de arruinar la industria textil catalana y tener más sometido el territorio catalán. Más tarde la sublevación de Barcelona, a la que se atribuyó en España tendencias separatistas, y el consiguiente bombardeo de la ciudad por Espartero, acabó de distanciar a ambos líderes. Al término de la legislatura (1845) Prim se dirigió a París y contactó con una sociedad secreta de militares desterrados fundada recientemente, llamada “Orden Militar Española” cuyo líder era Leopoldo O’Donnell. En ella figuraban Narváez y otros y se cree que acordaron cooperar para derribar a Espartero, y si bien al regreso fue detenido en Perpiñán, fue luego liberado marchando a su ciudad natal Reus.

Pronto se iniciaron intrigas políticas en Madrid y cuando la situación estuvo madura, Málaga, Granada y Almería se sublevaron contra Espartero, al mismo tiempo que Juan Prim y Lorenzo Milans del Bosch se pronunciaban en Reus. Barcelona se unió a la rebelión y pronto toda Cataluña estaba sublevada. El general Martín Zurbano salió con sus tropas de las cercanías de Barcelona y se dirigió a Tarragona, y de allí a Reus, centro de la revolución catalana. La ciudad, sin defensas, era presa fácil de Zurbano, que permitió la salida de Prim y los suyos, que abandonaron la ciudad hacia Barcelona, para evitar un sangriento asalto.

Se cuenta que los reusenses increparon a Prim por haberles traído la agitación y consiguiente represión, y el coronel se dirigió a sus conciudadanos y les aseguró que allí mismo donde le increpaban le levantarían una estatua, cosa que resultó cierta pues el lugar es actualmente la Plaza llamada “Prim” y contiene en el centro la estatua ecuestre del militar. En Barcelona, Prim se entrevistó con un emisario de la “Orden Militar española” lo que le valió nuevos reproches, esta vez de los progresistas. Prim prohibió a los generales conservadores desembarcar en Barcelona para que no pudieran llegar a Madrid antes que él, y salió hacia la capital, pero los conservadores desembarcaron en Valencia y salieron a marchas forzadas hacia Madrid. Espartero no tardó en caer y partió hacia Inglaterra; el general conservador Narváez llegó a Madrid desde Valencia un día antes que Prim y, ascendido a teniente general, asumió la capitanía general de Madrid. No obstante Prim fue nombrado brigadier por Francisco Serrano, que en Barcelona había asumido la cartera de Guerra.

Represión de la Jamancia

Una rebelión de Barcelona contra los conservadores hizo que se decidiese nombrar a Prim gobernador militar y comandante general de la provincia de Barcelona. Parece ser que fue en Barcelona donde pronunció su célebre frase “o caja o faja” (es decir, o la caja para el entierro, o recibir la faja de general), y combatió con energía contra los revolucionarios (La Jamancia) que dominaban parte de la ciudad y algunas zonas cercanas, hasta derrotarles y dejar la ciudad pacificada. Por estas acciones recibió de Serrano el fajín de general. Luego pacifica otras zonas agitadas en Cataluña, por cuyo motivo recibió el título de Conde de Reus y Vizconde del Bruch con derecho hereditario.

En Puerto Rico

Poco después volvió a Madrid, pero los conservadores lo enviaron como comandante militar de Ceuta, cargo que Prim rehusó, abandonando España. Cuando regresó, Narváez le acusó de un supuesto complot por el que fue condenado a seis años de encierro en un castillo. Debía haber sido enviado a las Islas Marianas pero en cambio empezó a cumplir la condena en el fuerte gaditano de San Sebastián. La madre de Prim obtuvo finalmente que le fuera concedida gracia por Narváez y Prim volvió a marchar al extranjero.

Narváez dimitió por desacuerdos con el príncipe consorte y tras un breve gobierno de Isturiz se formó el gobierno de Joaquín María Pacheco que concedió una amnistía. El Ministro de la Guerra, Fernández de Córdoba, amigo de Prim, lo nombró como Capitán General de Puerto Rico en 1847, donde su rigor exagerado y sus preferencias raciales por los blancos, no le hicieron querido por la mayoría de los puertorriqueños. Capturó al jefe guerrillero “El Águila” pero lo liberó con la promesa de someterse, pero nada más ser liberado intentó demostrar que podía con Prim robándole el caballo; Prim lo capturó de nuevo y lo hizo fusilar. Un supuesto ataque de negros de Martinica contra una de las Antillas Danesas, fue repelido gracias al auxilio prestado por Prim, que recibió la condecoración danesa de la Dannebrog. Sólo ejerció el mando unos meses, regresando después a España (1848).

Diputado

Prim se presentó candidato por varios distritos electorales catalanes en las siguientes elecciones y fue elegido por el de Vic, pero las Cortes fueron disueltas y se convocaron otras nuevas para el 31 de mayo de 1851. Prim volvió a presentarse por Vic, pero el gobierno, incómodo con su posición parlamentaria, le ofreció de nuevo el puesto de Capitán General de Puerto Rico, cargo que aceptó; tras las elecciones se anuló este nombramiento.

Prim se quedaba pues sin escaño y sin cargo, pero un diputado progresista que había obtenido su escaño por dos distritos y dejaba libre uno de ellos en Barcelona, ofreció apoyar a Prim para reemplazarlo. Desde que Prim reprimió la rebelión de la Jamancia no gozaba de simpatías en Barcelona, pero prometió rectificar sus errores, ser el campeón del liberalismo progresista, defender los derechos catalanes, especialmente los económicos, y erigirse en máximo defensor de las libertades ciudadanas; el pueblo le creyó y fue elegido, cumpliendo después la palabra dada al golpear con sus discursos de gran talento al gobierno, sin dejar pasar ninguna de las injusticias que se cometían en Cataluña.

Cuando el ministerio de Juan Bravo Murillo disolvió las Cortes y empezó a gobernar por decreto hubo ciertos movimientos militares; por ello el gobierno, que consideraba sospechoso a Prim, expuso la conveniencia de que saliera del país por algún tiempo. Estando en Francia hubo nuevas elecciones y aunque sólo se autorizó el regreso de Prim cinco días antes de éstas, el general fue reelegido por Barcelona, encabezando la oposición en el Parlamento, pero poco después fue nuevamente disuelto y Prim salió de España hacia Francia (1853).

En Turquía

Estando allí se inició la Guerra de Crimea y Prim pidió y obtuvo su designación como delegado observador español en el frente turco. En el mismo 1853 desembarcó en Constantinopla y presenció entre otras acciones, el ataque de la isla de Totorkan, aconsejando allí con gran acierto la colocación de la artillería. En 1854 regresó a Francia pero retornó enseguida al frente turco. El Sultán le concedió la condecoración de Medjidie y un sable de honor. Estando en Routschouck supo del victorioso pronunciamiento liberal en España (La Vicalvarada) y regresó apresuradamente. O’Donnell y Espartero habían llegado a un acuerdo de colaboración para ejercer el poder, pero ninguno deseaba favorecer a Prim quien decidió presentarse como candidato para las cortes constituyentes. En las elecciones celebradas el 8 de noviembre de 1854, y comprendiendo que los demócratas (republicanos y socialistas) eran una fuerza en ascenso, recogió en sus promesas algunas de sus aspiraciones junto a las de los liberales progresistas. Prim fue elegido pero tuvo escasa intervención en las Cortes, donde destacaba la oratoria de Castelar, y finalmente renunció para ocupar la Capitanía General de Granada con la plaza aneja de Melilla, que estaba siendo periódicamente atacada por kábilas bereberes. Prim se desplazó a la ciudad venció a los kabileños en Cabrerizas y en 1856 ascendió a Teniente General.

Poco después O’Donnell llegó al poder en sustitución de Espartero, quien había sido defendido por la Milicia Nacional al mando de Pascual Madoz, que fue derrotada y disuelta, y Prim cesó como capitán general de Granada.

Pero O’Donnell pronto fue obligado a dimitir y la reina volvió a llamar a Narváez de quien esperaba que revocara la ley de desamortización de bienes eclesiásticos votada por las Cortes Constituyentes, como efectivamente hizo.

Las críticas de Prim a Narváez motivaron su detención, acusado de faltar al honor militar; el consejo de guerra se demoró para evitar que se presentara a las nuevas elecciones y poco antes de estas fue condenado a seis meses de castillo. La pena la cumplió en Alicante y le fue conmutada por destierro en la ciudad bajo palabra de no intentar escapar. A pesar de no poder hacer campaña fue elegido por una mayoría abrumadora por el distrito de Reus. No pudo tomar posesión, y pasados los seis meses el gobierno le concedió licencia para trasladarse a Vichy en Francia. Narváez caía poco después y tras dos breves gobiernos volvió al poder O’Donnell con su partido recién creado llamado Unión Liberal en la que se integró Prim (1856) dejando temporalmente al Partido Progresista.

Por esta época se planteó la cuestión mexicana; había ciertas reclamaciones españolas pendientes desde la independencia y se habían producido algunos incidentes que costaron la vida a súbditos españoles: Prim se opuso a la guerra, y se le acusó de actuar así por haberse casado con una mexicana llamada Francisca Agüero, emparentada con el ministro Echevarria, que pertenecía al gobierno de Benito Juárez en Veracruz (los conservadores tenían otro gobierno en la ciudad de México).

Marruecos

Otra cuestión candente era la de las kabilas que amenazaban Ceuta y Melilla, especialmente la de Anyera, que cometió ciertos actos hostiles en Ceuta. O’Donnell buscaba un enemigo exterior para distraer la atención de los problemas interiores, y se aprovechó de esta circunstancia. A pesar de que el Sultán de Marruecos se avino a dar satisfacciones el gobierno O’Donnell declaró la guerra a Marruecos (1859).

Prim pidió incorporarse a la fuerza expedicionaria y fue nombrado comandante de la división de reserva que se estaba formando en Antequera. De allí embarcó en Algeciras y salió hacia Ceuta al frente de sus batallones y de los voluntarios catalanes. Prim dio entonces muestras de su valor con avances a pecho descubierto, en inferioridad numérica, en desventajosa posición y con embestidas cuerpo a cuerpo. Destacan los hechos de armas de Castillejos y Wad Ras (cuyos nombres serían años después otorgados a calles de su ciudad natal). Parece ser que Prim fue extraordinariamente sanguinario en Marruecos hasta el punto que durante muchos años se asustaba a los niños marroquíes con la frase “¡Que viene Prim!”.

Fue Prim quien decidió la suerte de la batalla de Cabo Negrón y en la Batalla de Tetuán alcanzó el campamento de Muley Abbas. Tras la firma de la Paz de Tetuán el 26 de abril de 1860, Prim volvió a España y desembarcó en Alicante, recorriendo el trayecto hasta Madrid en loor de multitud. Después pasó a Cataluña donde el recibimiento fue apoteósico con arcos de triunfo, nombramientos de hijo adoptivo por diversas ciudades, sables de honor etc. La reina le otorgó el marquesado de Castillejos con Grandeza de primera clase. Un grande de España que le hizo notar que eran iguales fue respondido por Prim que él solo era comparable a su antepasado que había ganado la grandeza. Poco después el gobierno nombró a Prim director del Cuerpo de Ingenieros.

En México

En esta situación el gobierno conservador mexicano de Miramón, al que España reconocía, había sido derrotado por Juárez que una vez en el poder expulsó al embajador español (1861) y aplazó el pago de la deuda. Inglaterra y Francia, afectadas por idéntica medida, decidieron tomar las aduanas de Veracruz y Tampico para cobrarse la deuda con sus ingresos y España se les unió (Convención de Londres, Octubre 1861). El acuerdo estipulaba que no se incorporaría ningún territorio mexicano. La fuerza expedicionaria española se encomendó a Prim, con plenos poderes y poco después el general salía hacia La Habana, donde al llegar se enteró de que las fuerzas españolas ya habían partido y se habían apoderado de San Juan de Ulúa y Veracruz, aparentemente por decisión del general Serrano, Capitán General de Cuba. Aceptadas las excusas que se le ofrecieron por no esperarle, llegó a Veracruz en Enero de 1862.

La zona de acampada era insalubre y el llamado «vómito negro» empezó a hacer estragos en las tropas hasta el punto de que una expedición al interior habría sido un desastre. Entonces solicitaron permiso al gobierno mexicano para acampar en Orizaba, más saludable, pero el gobierno de Juárez dejó pasar el tiempo sin acceder ni negar. Al cabo de unos dos meses Prim se entrevistó con su pariente, el Ministro Echevarria, y le exigió libre paso a Orizaba, consiguiendo su objetivo. Una vez las tropas en Orizaba, Córdoba y Tehuacán se iniciaron las conversaciones para llegar a la firma de los Tratados preliminares de La Soledad (en La Soledad). En este tiempo Napoleón III ya había decidido convertir a México en Imperio con el Archiduque Maximiliano como Emperador, y envió un mensaje a Prim pidiendo la cooperación de las fuerzas españolas a su mando «para afianzar el orden en el país mexicano».

En la sesión de la Convención de la Soledad del 15 de abril de 1862 el delegado francés anunció el apoyo de su gobierno a los conservadores opuestos a Juárez, y acusó a Prim de querer coronarse él mismo como Emperador. Prim refutó estas afirmaciones y ordenó la retirada de sus tropas, y lo mismo hicieron los ingleses. La reina Isabel, que se oponía a la candidatura de Maximiliano al trono mexicano, aprobó esta decisión, contra el parecer del gobierno que quería contentar a Napoleón. Prim pasó a La Habana y de allí hizo un viaje a Estados Unidos, desde donde volvió a España donde recibió generales ataques por su actuación, que sin embargo se demostró acertadísima solo tres años después.

Intrigas políticas

Al cabo de algún tiempo Prim dimitió como Director General de Ingenieros y poco después, caído O’Donnell, abandonó la Unión Liberal y se integró en el Partido Progresista (1862). Una hija de Prim llamada Isabel, nacida en 1863, fue apadrinada por la propia reina. En las elecciones de 14 de noviembre de 1863 los progresistas no se presentaron por ciertas cuestiones políticas con el gobierno pero buscaban acciones que les acercaran al poder, y Prim anunció que dominarían el gobierno de España en un plazo de dos años. En esta época comenzaron a buscar alianzas en el ejército. Se preparó un golpe para el 6 de junio de 1864 pero una delación lo impidió. Un nuevo intento dos meses después también se frustró por la retirada del coronel al mando del regimiento de Saboya. Enterado el gobierno de estas conspiraciones invitó a Prim a salir de España, y como se negó le fue asignada residencia en Oviedo, si bien pudo regresar poco después porque el nuevo gobierno de Narváez dictó una amnistía. Las nuevas elecciones de finales de 1864 fueron también boicoteadas por los progresistas. En 1865 el gobierno endureció su posición y comenzó a tomar medidas represivas que culminaron en la Noche de San Daniel con una decena de muertos y medio centenar de heridos en Madrid (10 de abril de 1865); desde entonces Prim empezó a conspirar decididamente. Un levantamiento que impulsó en Valencia fracasó. Pasó a Francia y reingresó por Pamplona nuevamente sin éxito por la defección de muchos de los comprometidos.

Vuelto a Francia salió por mar hacia Valencia donde se preparaba un nuevo levantamiento pero también los conjurados se volvieron atrás. En sus viajes clandestinos por España se cuentan diversas anécdotas, no acreditadas, entre ellas una muy célebre en su natal ciudad de Reus, cuenta que se ocultó en una bota de vino en una bodega de un pueblo cercano eludiendo astutamente la búsqueda de sus enemigos. Prim se convertía en mito y el número de leyendas sobre él, auténticas o imaginarias, no paraba de crecer. El gobierno, considerándole su mayor enemigo, envió una orden para que se presentase a la reina, pero Prim, que estaba en París, no la obedeció. La reina Isabel decidió entonces poner fin al gobierno Narváez y llamar a O’Donnell, que una vez en el poder levantó cualquier restricción y amenaza a Prim. Este volvió a España pero no obstante no dejó de conspirar y se organizó un golpe para el 2 de enero de 1866. El golpe se inició en Aranjuez pero no obtuvo suficiente respaldo y Prim y los sublevados hubieron de pasar a Portugal desde Villarejo de Salvanés, es decir atravesando una parte importante de España. Esta marcha sorprende por su supuesta falta de estrategia, pues avanzaban sin cuidados, pero también por el escaso celo que mostraban las fuerzas que les perseguían, que probablemente deseaban que salieran del país libremente.

Prim entró en Portugal el 20 de enero de 1866, pero poco después fue expulsado y pasó a Londres y de allí a París donde decidió que no volvería a intentar alcanzar el poder para los progresistas mediante un golpe de estado, sino mediante una revolución que contara con el apoyo popular. A pesar de lo dicho, y aunque se cubrió con la participación de civiles, se intentó otro golpe el 20 de mayo, y tras una delación se aplazó para junio. El día 21 de junio por la noche se inició el golpe en Madrid, que estaba pendiente del cuartel de San Gil donde los sargentos apoyaban la rebelión y que con más dificultades de las previstas consiguieron tomar el control. La lucha se desarrolló por Madrid pero el gobierno obtuvo la victoria al anochecer del 22 de junio.

Muchos de los sargentos y cabos (66) fueron fusilados. Prim, que había de ser jefe de gobierno, no llegó a salir de Francia. Poco después el gobierno francés lo expulsó a Suiza. Desde Ginebra convocó una reunión de progresistas en Ostende en agosto de 1866 creándose un comité de acción con progresistas y demócratas, bajo la presidencia de Prim (Comité de Ostende). Las conspiraciones siguieron y un nuevo golpe se planificó para agosto de 1867 también con participación de civiles. Prim salió de Bruselas y el 15 de agosto llegó por mar ante Tarragona y de allí siguió a Valencia. Pero la rebelión no llegó a estallar y tras desembarcar en Marsella el 22 de agosto se presentó en la frontera catalana esperando la ocasión de entrar en territorio español, que no llegó pues aunque hubo combates aislados en Cataluña y Aragón no significaron una alteración del control gubernamental, y poco después regresó a Ginebra. El 4 de septiembre la rebelión estaba concluida. Prim rehuyó entrar en España, como tuvo ocasión de hacer (si bien es verdad que con más dificultades de las previstas) donde las guarniciones estaban dispuestas a sublevarse con su sola presencia; su ausencia había motivado el fracaso. Se llegó a decir que en su maquiavelismo había propiciado el fracaso de su propio movimiento para que la reina, ante la amenaza, llamase al Partido Progresista al poder. Prim tuvo que dejar Suiza, y tras circular por algunos países de Europa, acabó residiendo en Londres.

Poco después moría en su exilio de Biarriz O’Donnell y el general Serrano, duque de la Torre, era nombrado líder de la Unión Liberal y el 23 de abril de 1868 moría también Narváez de una pulmonía. Las desacertadas medidas de su sucesor, Luís González Bravo, favorecieron el paso de numerosos generales y militares a la Unión Liberal. Entre ellos Zabala y el almirante Juan Bautista Topete. Este último defendía un cambio dinástico y la candidatura del duque de Montpensier, pero consultado Prim si los progresistas le aceptarían, la respuesta fue negativa. No obstante Prim obtuvo la neutralidad de Napoleón III en el conflicto interior español y pudo trasladarse a Vichy, pero pronto regresó a Londres. Los contactos con los generales exilados y los descontentos estaban hechos y la revolución decidida.

La Gloriosa

Artículo principal: Revolución de 1868

El 12 de septiembre de 1868 salió Prim de Londres en el vapor Buenaventura, disfrazado como criado de los Sres. Bark, que eran amigos suyos. Llegado a Gibraltar embarcó en el remolcador inglés Adelia (enviando como señuelo la embarcación llamada Alegría) con el cual se trasladó a la fragata Zaragoza, anclada junto a otros buques de la escuadra en Cádiz. El pronunciamiento se efectuaría el siguiente día 17 de septiembre de 1868. Efectivamente, sublevada la escuadra y secundado el movimiento en Cádiz (día 18) y su provincia (19), Prim desembarcó y fue saludado con vítores. Se formó una junta bajo la presidencia de Topete, con Unionistas, Progresistas y Demócratas en forma paritaria. Luego Prim avanzó por la costa Mediterránea sublevando sus ciudades: el 23 Málaga, el 25 Almería, el 26 Cartagena; el 2 de octubre, Valencia y el 3 Barcelona donde fue recibido con gran alborozo.

Cerca de allí el general Blas Pierrad, Anselm Clave, José Maria Orense y Mariano Rossell habían proclamado la república en Figueras, y el día 1 había entrado en Barcelona el general progresista Baldrich. Prim llevaba una corona en su gorra y se le empezó a pedir que se la quitara, pero Prim dijo en catalán a sus compatriotas otra frase célebre que aún se usa: “catalanes, queréis correr demasiado; no corráis tanto que podríais caeros”. Finalmente Prim cedió a la presiones, se sacó la gorra y acabo gritando “Abajo los Borbones”. De Barcelona pasó a Reus y de allí a Madrid donde hizo una entrada triunfal como nunca antes vista.

Al día siguiente recibió la cartera de Estado en el gobierno provisional, del que Prim era el juez. En las elecciones de enero de 1869 los progresistas en alianza con los demócratas moderados obtuvieron 160 diputados; 65 la Unión Liberal; 60 los republicanos; y 30 los carlistas y así Prim, líder progresista, volvía a quedar como referencia decisiva. El nombramiento de jefe de gobierno debía contar con su beneplácito y la Constitución fue aprobada aceptando la forma monárquica por decisión de Prim. El nombramiento de Serrano como regente, sin poder efectivo, eliminó su más directo rival. Serrano nombró a Prim jefe de gobierno y Prim se reservó en el gabinete además de la presidencia, la cartera de Guerra, nombrando ministros unionistas y progresistas por igual. Los progresistas proponían la candidatura al trono de Fernando de Coburgo, padre del rey Luís de Portugal, mientras los unionistas proponían al duque de Montpensier.

La candidatura de Fernando fracasó por su matrimonio morganático con una bailarina y la oposición del príncipe a que pudieran unirse las coronas de España y Portugal (sueño último de buena parte de sus partidarios). La candidatura de Montpensier, a propuesta de Serrano y Topete, fue rechazada enérgicamente por Prim que además propuso excluir del trono a todas las ramas de los Borbones. Prim ofreció la corona al Duque de Aosta, hijo del rey de Italia, y a Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, que rechazaron la oferta. Entonces Prim ofreció la corona a un sobrino del rey de Italia, el Duque de Génova, y contó con el apoyo de Topete a cambio de prometerle que el rey se casaría con una de las hijas de Montpensier. La candidatura fue votada en Cortes obteniendo 128 votos contra 52. Pero el duque de Génova finalmente rechazó el trono.

Cuba

Propuso Prim la independencia de Cuba si así lo decidía el pueblo cubano en referéndum, una amnistía para los patriotas cubanos, y una compensación a España garantizada por Estados Unidos. El proyecto, que hubiera saneado la Hacienda, encontró fuerte oposición y nunca se llevó a cabo. Prim ofreció la corona a Espartero, duque de la Victoria, a sabiendas de que la rechazaría, como así ocurrió. Se volvió a insistir con el príncipe de Hohenzollern que finalmente aceptó si era votado por dos tercios de las Cortes (Prim había hecho aprobar una ley que requería mayoría absoluta, pero el príncipe aun la consideró insuficiente) pero, por un error, la aceptación del príncipe llegó cuando ya las cortes habían cerrado. La oposición francesa, de otra parte, hizo que el príncipe no renovara su aceptación y renunciara a la candidatura.

Amadeo de Saboya

Prim volvió a ofrecer la corona a Amadeo, duque de Aosta, quien puso como condición la conformidad de las potencias europeas, y conseguida ésta, aceptó. El 26 de noviembre de 1870 Amadeo (conocido generalmente como Amadeo de Saboya) era elegido por 191 votos como rey (Amadeo I) y el 27 de diciembre salió hacia España.

Asesinato de Prim

El General Prim, murió asesinado el 27 de Diciembre de 1870, poco después de la llegada del nuevo rey, Amadeo I, a España.

Salida del Parlamento

El 27 de diciembre de 1870 todo estaba preparado en España para la inminente llegada de Amadeo I. En el Parlamento, el general Juan Prim y Prats, de 56 años, presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra, capitán general de los Ejércitos, marqués de los Castillejos y conde de Reus, acababa de conseguir la aprobación de las últimas propuestas relacionadas con la Casa Real. Tan sólo le quedaba por hacer en el palacio de las Cortes, y tenía que preparar el viaje a Cartagena, al día siguiente, para recibir al monarca.

Eran alrededor de las 19,30 y caía una espesa nevada. El general se despidió con cortesía de diputados y ministros, cruzó unas tensas palabras con el líder de los republicanos y se dirigió a su coche, una berlina verde de cuatro ruedas tirada por dos caballos que le aguardaba en la puerta del Congreso, con los cristales cerrados para proteger el interior del frío y la tormenta de nieve. El cochero puso en marcha el vehículo en cuanto subieron el general y sus acompañantes: el coronel Moya, que se sentó en la delantera, y su ayudante personal, Nandín, que se acomodó a su lado, en el asiento trasero.

La berlina emprendió la ruta habitual, por la calle del Turco (hoy Marqués de Cubas), hacia el Ministerio de la Guerra (Palacio de Buenavista), donde estaba la residencia presidencial.

El atentado

Al llegar a la calle del Turco –que habría de convertirse en la calle de Prim por los hechos a suceder– el cochero observó que había dos carruajes de caballos atravesados en el angosto camino. Tuvo que detener la berlina en medio de la densa nevada. Un segundo después el coronel Moya se asomó a la portezuela para tratar de arreglar la situación y contempló con alarma cómo tres individuos vestidos con blusas, sin duda alertados de la llegada de Prim, se dirigían hacia el coche armados con lo que le parecieron carabinas o retacos, aunque uno de ellos llevaba con seguridad una pistola. No tuvo tiempo nada más que para decir: “Bájese usted, mi general, que nos hacen fuego”.

Sus palabras quedaron interrumpidas por el ruido de las detonaciones, al menos tres por el lado izquierdo y otras dos por el derecho. Los cristales se quebraron y uno de los asesinos consiguió meter en el interior de la berlina el cañón del arma que portaba; tan cerca del general Prim que la cara de éste quedó tatuada por los granos de pólvora. Su ayudante, Nandín, en un movimiento desesperado, trató de protegerlo interponiendo su brazo. Las balas le destrozaron la mano, y quedaron esparcidos esquirlas y pedazos de carne abrasada.

La agresión duró sólo unos segundos, apenas los mismos que el cochero tardó en reaccionar, golpeando con su látigo casi por igual a los agresores y a los caballos hasta romper el cerco y huir hacia la calle Alcalá.

Se dirigieron a toda prisa hacia el Ministerio de la Guerra. Al llegar a palacio los dos heridos descendieron de la berlina, ayudados por Moya y el cochero. El general subió por su propio pie la escalerilla del ministerio, apoyándose en la barandilla con la mano afectada y dejando en el suelo un reguero de sangre. Al encontrarse con su esposa forzó un gesto tranquilizador para decirle que sus heridas no revestían gravedad.

Cuando llegaron los médicos apreciaron rápidamente los destrozos en los dedos de la mano derecha, de tal envergadura que fue preciso amputar de inmediato la primera falange del anular, quedando en peligro de amputación el índice. Aunque lo más preocupante era el “trabucazo” que el general presentaba en el hombro izquierdo. Le había sepultado al menos ocho balas en la carne. Los cuidados médicos se prolongaron hasta la madrugada. A las dos de la mañana se le habían extraído siete balas.

Nandín, el ayudante, fue trasladado a la casa de socorro más cercana, donde se le diagnosticó que perdería el movimiento de la mano, que le quedaría seca e inservible; pero quizá –le dijeron– no tendrían que amputársela. Entre tanto, las noticias difundidas mentían sobre la gravedad de las lesiones: se quería que fuesen tranquilizadoras, en un momento en que era preciso mantener la calma en el Estado. Aún cuando las heridas no eran demasiado graves, el hecho que se infectaran le provocó la muerte tres días después.

Algunos indicios señalan al duque de Montpensier y al regente general Serrano como instigadores y al republicano José Paúl y Angulo]] como ejecutor con otros nueve hombres. El estudio del abogado reusense Antonio Pedrol Rius aclaró en 1960 el misterio de su asesinato en cuanto a autores materiales (Paúl y Angulo y otros), pero en cuanto a los instigadores nada puede demostrarse sin duda razonable, pues los indicios sobre Montpensier y Serrano se basan en que los asesinos fueron reclutados por sus hombres de confianza, pero no en pruebas directas.

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