Ateneo de Córdoba. Calle Rodríguez Sánchez, número 7 (Hermandades del Trabajo).

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Ángel Fernández de los Ríos

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Ángel Fernández de los Ríos (Madrid, 27 de julio de 1821 - París, 10 de junio de 1880) fue un periodista, político, editor, urbanista, escritor e historiador español de la Generación del 68.

Biografía

Hijo de Manuel Fernández de los Ríos y de Gregoria Peña Velasco, de clase media acomodada dedicada a los negocios y naturales de las localidades cántabras de Pesquera y Santiurde de Reinosa, tierras a las que estaban muy vinculados aunque se hallaban avecindados desde tiempo antes en Madrid. La familia paterna era de talante liberal, y tanto Manuel como su hermano Ángel trataron de liberalizar la monarquía de Fernando VII, por lo que sufrieron algún que otro descalabro. Su tío Ángel, letrado y magistrado del Tribunal Supremo, era amigo y contertulio de Mendizábal, de Pascual Madoz y de otros ilustres liberales. Aunque Ángel recibió educación religiosa con los dominicos madrileños de Santo Tomás, se declaró deísta y criticó los privilegios y prebendas de la Iglesia Católica, en especial los jesuitas. Sirvió al ejército en la Brigada de Artillería de la Milicia Nacional y muy joven aún entró en la Masonería en la logia Doce hombres de corazón, junto con Calvo Asensio y otros; esta logia tenía sus tenidas en la calle Jacometrezo. Acabada su carrera de jurisprudencia, se casó con María Teresa Rueda Bassoco en septiembre de 1845, pero enviudó en Diciembre de 1856, poco después de perder a su única hija Amalia, lo que le sumió en una profunda crisis personal y le retiró a San Vicente de Toranzo, donde pasó casi dos años reponiéndose psicológica y afectivamente, dedicado a la reflexión y al periodismo. Desde Roma contrajo matrimonio por poderes el 5 de mayo de 1860 con Guadalupe, una hermana menor de su anterior esposa, matrimonio ratificado en San Vicente de Toranzo el día 18 del mismo mes. Su segunda esposa, a la que llevaba casi 24 años, le acompañó en los honores y dificultades de su intensa y agitada vida de empresario, editor y director de periódicos y político activo.

Empresas periodísticas

Como empresario periodístico promovió en los años cincuenta algunos de los más famosos periódicos del XIX español, Las Novedades, del que fue fundador y editor, y La Ilustración. Simultáneamente accedió tras la Vicalvarada de 1854, que había ayudado a provocar, a la dignidad de diputado en Cortes. Su actividad política sin embargo no fue siempre favorable y le granjeó en ocasiones duros reveses económicos, como el secuestro y censura de ediciones completas de sus periódicos. También quebrantaron sus empresas periodísticas los obligados y continuos exilios políticos consecuencia de su intachable actitud ética, que no transigió jamás con componendas ni se doblegó a chantajes. Su etapa como embajador en Portugal marcó el momento de mayor estabilidad económica, truncada al tener que exiliarse definitivamente en 1876. Dejó entonces sus negocios particulares encomendados a la atención de su primo José Ruiz de Quevedo, que tenía casa de comercio en Madrid. Ateneista, estuvo muy cercano también a su primo Bustamante, compañero de redacción y de destierro por su activismo político, y a sus primos los Ruiz de Quevedo (el ya citado José, pero también Manuel) amigos, consejeros y compañeros de lucha. Manuel Ruiz de Quevedo le puso en contacto con Julián Sanz del Río y el Krausismo, pensamiento que estuvo presente en sus ideas pedagógicas. Entre 1845 y 1860 su actividad fue incesante. Durante los disturbios de 1848 la Junta de Madrid le encomendó informar a Mendizábal en París de la situación real por la que atravesaba el movimiento progresista en España. En estos años cuajaron asimismo algunos de los proyectos profesionales que más prestigio le dieron como periodista: dirigió El Siglo Pintoresco, La Ilustración y El Semanario Pintoresco Español, lo que simultaneó con Las Novedades.

Las Novedades se convirtió en uno de los más prestigiosos periódicos de la monarquía isabelina; a partir de 1851 se decantó a favor del progresismo y en contra del ministerio conservador de Bravo Murillo. Fernández de los Ríos participó en el alzamiento del 26 de Marzo de 1852 junto a su padre y consiguió salvar al marqués de Albaida, al que ayudaron a huir a Francia. Participó también en la sublevación de 17 de mayo, pero fue apresado junto con su padre y conducido hasta Calatayud, si bien logró escapar y regresar a Madrid. Dirigiendo ya Las Novedades, tomó parte en la campaña de prensa que preparó la revolución de julio de 1854; pese a la constante supervisión policial. Los organizadores de la conspiración eligieron la casa de Fernández de los Ríos para mantener escondido a O’Donnell durante algunos meses, a petición de Antonio Cánovas del Castillo, que vino a visitarle el 28 de enero de 1854 para pedirle que lo acogiera. Fernández de los Ríos compartió con O'Donnell clandestinidad y persecución policial durante casi cinco meses; triunfante ya la Vicalvarada, formó parte de la junta de Salvación y Armamento y en septiembre de 1854 elaboró el manifiesto de constitución de la Unión Liberal, junto con Salustiano Olózaga por el Partido Progresista, y González Bravo y Gonzalo Morán por los moderados. Formó parte de las Cortes Constituyentes de noviembre de este mismo año como diputado, condición que mantuvo hasta 1856, y renunció al puesto de ministro que se le ofreció. Después de 1856 siguió ejerciendo su actividad con cierto desencanto al comprobar que los participantes en la conspiración de 1854 no pretendían cambiar las coasas, sino sólo perdurar en el poder; el rumbo moderado que adoptó O'Donnell después de la Vicalvarada le alejó definitivamente de éste, y pasó a formar parte de la oposición junto con Pedro Calvo Asensio, Montemar y Sagasta, formando el Centro Progresista. Por entonces, el fallecimiento de su hija y de su mujer acentuaron esa crisis y se retiró a San Vicente de Toranzo a recomponer su vida personal, escribiendo desde allí artículos para La Iberia que se publicarían en 1864 agrupados en un libro titulado O todo o nada. Sus colaboraciones en La Iberia, y más tarde en La Soberanía Nacional, son buen ejemplo de la interrelación entre su actividad política y periodística.

Periodo republicano

Ángel Fernández de los Ríos se va volviendo cada vez más republicano; la Corte es para él ya un obstáculo para la modernización política del país. El 14 de marzo de 1865 se adhirió como director de La Soberanía Nacional a la "Manifestación de la Prensa contra el proyecto de la ley de imprenta". La oposición a la monarquía borbónica era creciente y el fracaso de un nuevo intento revolucionario (el pronunciamiento de los sargentos en el Cuartel de San Gil), en el que participó junto a varios de sus redactores, supuso que un tribunal militar dictara pena de muerte contra él y tuvo que exiliarse a París. Allí escribió su obra sobre Urbanismo El Futuro Madrid. Al triunfar la Gloriosa, la revolución de 1868, regresó a Madrid y durante el Sexenio Democrático se comprometió como concejal en el Ayuntamiento de la capital. Fue senador electo por la provincia de Santander en 1871, en 1872 y en 1873, actividad que simultaneó con el cargo de enviado especial y ministro plenipotenciario de España en Portugal. De su relevancia y actitud da cuenta que en 1872 pudo ser gobernador de Madrid y Ruiz Zorrilla quiso nombrarle ministro; incluso se le ofreció por parte de Emilio Castelar la presidencia del Ayuntamiento de Madrid y Salmerón le quiso tener en su gabinete, forjándose entre ellos en estos años una profunda amistad. Aceptó sin embargo solamente el nombramiento de embajador de Portugal, actividad que desarrolló entre julio de 1869 y 1873. Fernández de los Ríos, apasionado defensor del Iberismo, idea política que contemplaba una política peninsular de actuación conjunta de España y Portugal en aspectos culturales, comerciales e incluso de política exterior, intentó acercar a dos países fronterizos y hermanos que vivían mutuamente de espaldas desde hacía siglos. Fruto de estos desvelos es su libro Mi misión en Portugal. Recibió luego condecoraciones portuguesas y españolas: la Gran Cruz de Isabel la Católica, la Gran Cruz de la Concepción, la Gran Cruz de Cristo, la Gran Cruz María Victoria, la Gran Cruz de la Rosa y la Gran Cruz de Carlos III.

Proclamada la Primera República, y pese a su adhesión a las ideas republicanas, puso su cargo a disposición del gobierno, pero este le ordenó continuar su representación en Portugal. Finalizada la misión diplomática regresó a Madrid y se entregó a sus actividades literarias, periodísticas y políticas y asistió dolorido a la caída de la República, pero sin desaliento buscó áreas de entendimiento y concordia entre las distintas familias, como hiciera anteriormente entre Espartero y Olózaga, pero sin resultados positivos. No pudo conciliar a Sagasta y Ruiz Zorrilla. El apoyo a la línea de este último motivó que Benito Pérez Galdós le calificara de "trompetero" de Ruiz Zorrilla en su episodio nacional Amadeo I, pero se distanció de este por discrepancias en el programa que debía orientar el periódico de todos los republicanos, La República Democrática. Se acercó entonces a Nicolás Salmerón y se convirtió en un activo republicano.

En su actividad empresarial editora procuró crear colecciones de libros baratos para que las clases trabajadoras pudieran acceder a la instrucción y la cultura. Fue periodista de amplio espectro: escribió sobre moda, política, arte o urbanismo con conocimiento y rigor, y en circunstancias críticas, hubo de redactar íntegramente Las Novedades o La Soberanía Nacional. Su pluma no vaciló en atacar a conservadores y a progresistas acomodaticios o mendaces. Polémico e incorruptible, su idealismo rayaba a veces en lo utópico; nadie le discutió jamás una integridad moral a toda prueba. Su actuación política, parlamentaria, institucional o conspiradora (incluso con participación en la lucha armada) fue intensa, pero siempre volvía a lo suyo, al periodismo. Fue constante en una directriz común: la defensa de la libertad y del progreso.

Su labor profesional comenzó como redactor en El Espectador, periódico liberal, en agosto de 1841, apenas cumplidos veinte años, con un periodismo fundamentalmente informativo. Siguió en El Semanario Pintoresco y La Ilustración, donde ejerció una labor divulgativa y cultural importante al poner a disposición de los lectores (a precios módicos), obras clásicas de la literatura española y traducciones de obras extranjeras. Pasados los años cincuenta, ejerció un periodismo de opinión y combate comprometido con el partido progresista y luchando activamente contra los elementos, "los obstáculos tradicionales", que impedían la modernización política del país. Actuación que le acarreó innumerables sanciones y conflictos con los sectores más reaccionarios de la sociedad. Este momento se corresponde con su dirección y colaboración periodística en Las Novedades, La Iberia y especialmente en La Soberanía Nacional. Los años de La Iberia representan el punto álgido de su combatividad como periodista. Un nuevo periódico ilustrado, el diario Los Sucesos, fue fundado por Ríos en octubre de 1866, en tanto colaboraba en publicaciones progresistas y republicanas desde el exterior y participaba en la Reunión de Ostende en el deseo de anticipar la revolución. Triunfante ésta en 1868, se decantó claramente a su favor con el famoso artículo titulado "No más Borbones". En los últimos años regresó a un periodismo informativo, culto y más reposado, aunque sin abdicar de sus ideas y convicciones políticas y sociales. Sus colaboraciones periodísticas en La Ilustración Española y Americana, en El Solfeo (periódico republicano del que era corresponsal en París), y la puesta en marcha de La República Democrática ocuparon sus últimos años.

Obra

Escribió en El Espectador (1844-5), fue propietario del Semanario Pintoresco Español (1847), siendo su director varios años. Fundó y dirigió La Ilustración, primer periódico de actualidades que tuvo España (1849-1857). Fundó y dirigió Las Novedades (1850-1858), diario político del partido progresista que llegó a tener 14.000 suscriptores. Fue el primer periódico español que se imprimió con maquinaria moderna movida a vapor. Fundó la Biblioteca Universal (obras antiguas y modernas españolas y universales). Fue redactor de La Iberia (1860-1863). Fundó y dirigió La Soberanía Nacional (1864-66). Fundó y dirigió Los Sucesos (1866). Hasta 1879, colaboró en El Museo Universal, La América, La Revista Hispanoamericana, El Imparcial, El Universal, La Independencia Española, La Tertulia, La República Democrática, El Progreso, Los Anales de la Construcción y de la Industria, La Gaceta Rural, La Crónica Ilustrada, La República de Madrid, La Crónica de Nueva York, El Debate de Barcelona, El Fígaro, El Gaulois y La République de París, La Independencia Belga de Bruselas, El Kolnische Zeitung de Alemania, siendo corresponsal en París de La Ilustración Española y Americana desde 1875 hasta su muerte.

Su producción literaria corrió paralela a su labor periodística. Divulgó, tradujo y adaptó obras sobre geografía e historia, editó el Quijote a bajo precio y tradujo autores extranjeros como Eugenio Sue, Alphonse de Lamartine y Alejandro Karr entre otros, actuando como traductor y editor. Desde 1868, en que se publicó El Futuro Madrid, hasta 1880, fecha de su muerte, escribió las obras más interesantes de su quehacer literario. Los libros publicados en estos últimos años fueron: Guía de Madrid, en 1875; Mi misión en Portugal, en 1876; y La Exposición Universal de 1878, publicada en ese mismo año. Anteriormente había publicado otros trabajos: El Itinerario Pintoresco de París a Madrid (1845), El álbum biográfico (1849), La Tierra (1841), Muñoz Torrero (1864), O Todo o Nada (1864), el Estudio político y biográfico sobre Olózaga (1863), y Luchas políticas en la España del siglo XIX (1864, 1° edición; 1879, 2° edición, dos vols.), que es un estudio de obligada consulta para entender los acontecimientos de la primera mitad del pasado siglo.

El Futuro Madrid (1868) y La Guía de Madrid (1876) ofrecen su faceta de urbanista, estudiada por Antonio Bonet Correa en la introducción a la reedición de la obra El Futuro Madrid. No se quedó en mero proyectista, intentó llevar a cabo sus ideas al pasar por la Concejalía de Obras del Auyuntamiento poco después: impulsó la transformación y ensanche de la ciudad y elaboró un plano topográfico de Madrid y cercanías; abrió nuevas vías a la circulación e hizo construir la Plaza de la Independencia; editó el Boletín Municipal y organizó el asilo de pobres del Pardo; gracias a su gestión el parque del Retiro pasó de la Corona al pueblo madrileño. Guía de Madrid está fechada en Oporto (Portugal) el 29 de junio de 1876 y es una excelente obra en su género, que exigió del autor el esfuerzo inaudito de reconstruir mentalmente la ciudad. Ofrece al lector una visión pormenorizada de las características geológicas, demográficas, climatológicas, artísticas, educativas y monumentales de Madrid, y refleja los rasgos que le caracterizaban entonces. La obra es una aportación fundamental en su género, aún no superada.

En 1876 fue deportado a Portugal por su antiguo amigo de juventud Antonio Cánovas del Castillo, ansioso de quitar obstáculos a su proyecto de Restauración. Apresado el 13 de febrero en su domicilio; el gobierno presionó también para que le echaran de allí y fue expulsado de Portugal en octubre del mismo año, sin explicaciones. El 20 de noviembre de 1876 llegó desterrado a Burdeos, el mismo día en que diez años antes había llegado exiliado a Bayona. Sus últimos años transcurrieron en París, en compañía de amigos como Nicolás Salmerón, con una salud bastante quebrada, dedicado a la escritura. Murió de tifus el 10 de junio de 1880 en la capital de Francia, exiliado y silenciado, aunque no olvidado, y su cadáver fue repatriado. Dejó sus bienes inmuebles a su esposa Guadalupe, su archivo al Congreso de los Diputados y creó una fundación escolar benéfica en Pesquera. Jacinto Octavio Picón ha dejado su semblanza:

Fue varón de clara inteligencia y ánimo resuelto, de buen corazón y generosos sentimientos, de carácter enérgico y voluntad entera; tan inflexible en mantener la propia convicción como pronto acceder a la razón ajena; severo sin ser inflexible, y compasivo sin ser blando; tenaz hasta la intransigencia en defender lo justo, y apasionado hasta la violencia en combatir lo que por perjudicial tenía; impresionable por temperamento, frugal de hábitos, sencillo de costumbres, suspicaz hasta desconfiado, laborioso y activo hasta en el descanso, que ocioso nunca estuvo, inaccesible a la lisonja, difícil de atraer con el engaño, modesto por naturaleza, servicial por la satisfacción que el ajeno bien le producía, prudente en el consejo, decidido en la acción, firme en las resoluciones, intransigente en puntos de honra, violento cuando su razón chocaba con la obstinación ajena; reflexivo al decidir, pronto al obrar, impaciente en la espera; tan dispuesto a perdonar el mal como incapaz de olvidarlo; tan duro al decir verdades como susceptible de escucharlas; llano hasta el desenfado, afable y cariñoso; hombre, en fin, de tales condiciones, que sin falsear su natural sabía ser a un tiempo mismo infantil con el niño, indulgente con el joven, y sesudo con el viejo. Jacinto Octavio Picón, "Ángel Fernández de los Ríos" en La Ilustración Española y Americana núm. XXIV (30 de junio 1880) pp. 423 427. El artículo original fue censurado.

Bibliografía del autor

Ensayos y artículos de prensa

  • Un proyecto de escuela laica; estudio preliminar, Carmen del Río, Santander: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria, 1999.
  • El futuro Madrid: paseos mentales por la capital de España, tal cual es y tal cual debe dejarla transformada la revolución Madrid, Imprenta de la Biblioteca Universal Económica, 1868. La obra reeditada en edición facsímil en 1975, con una excelente introducción biográfica de Antonio Bonet Correa, ha sido nuevamente publicada en 1989.
  • Guía de Madrid. Manual del Madrileño y del forastero. Madrid: La Ilustración Española y Americana, 1876; facsímil en Madrid, Ediciones Monterrey, 1982.
  • O todo o nada Madrid: A. de San Martín: Agustín Jubera, 1864 (Imp. a cargo de J. Peña).
  • Mi misión en Portugal: anales de ayer para enseñanza de mañana Paris: E. Belhatte / Lisboa: Bertrand, sin año (Paris: typ. Tolmer et Isidor Joseph).
  • Almanaque pintoresco nacional para el año de 1845 Madrid: Boix, 1844.
  • Discurso que en la solemne apertura de la Audiencia Territorial de Madrid el día 2 de enero de 1841 pronunció su regente en propiedad Ángel Fernández de los Ríos Madrid: En la Imprenta Nacional, sin año.

Historia

Estudio histórico de las luchas políticas en la España del siglo XIX Madrid: English y Gras, 1879-1880 (Imprenta de Enrique Rubiños), 2 vols.

Biografías

  • Álbum biográfico: museo universal de retratos y noticias de las celebridades actuales de todos los países, en las ciencias, la política, las letras, las artes, la industria, las armas, etc. Madrid: Oficinas del Semanario Pintoresco Español, 1846; segunda edición con el título abreviado a Museo universal..., ibídem, 1848, y tercera Madrid: Oficina del Semanario Pintoresco Español; Imprenta de Alhambra y compañía, 1849.
  • Olózaga. Estudio político y biográfico 1808-1863. Encargado por la tertulia progresista de Madrid a D. Ángel Fernández de los Ríos. Sigue: Discursos, que pronunció en el Congreso de los Diputados. Madrid, imprenta de Manuel Rojas, 1863.
  • Muñoz Torrero: apuntes biográficos retrato, el facsímil y una copia de la bandera que Muñoz Torrero donó à la milicia de su pueblo natal. Madrid, 1864 (Imp. de las Novedades, á cargo de A. Querol).
  • Los grandes guerreros de las cruzadas 1095-1268: San Luis, Godofredo de Bouillon, Ricardo Corazón de León, Malek, Adel, Saladino, Tancredo, etc. : historia, biografía, hazañas, vida íntima, anécdotas, etc. S. l., s. n., s. a., pero Madrid, 1851-1852 (Imp. del Semanario Pintoresco).

Obras narrativas

  • Tesoro de cuentos, escogidos, arreglados ó escritos por... Ángel Fernández de los Ríos Madrid: Libr. San Martín, 1864.
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