Un año botánico

La escalada irresistible de los índices de contaminación ambiental, camino de unos techos donde la reversión resultaría utópica, ha despertado la conciencia de las sociedades lúcidas y traído de la mano los movimientos “verdes”. Si peligra la envoltura de ozono protectora del planeta y peligra asimismo la no menos esencial cobertura de sus bosques, o hábitats tan relevantes como los acuíferos (mares y ríos) están amenazados ya de muerte cercana, nada tiene de extraño que aumente día a día la sensación de catástrofe y que con ella nazca una actitud combativa contra tan ciertos males.

Dentro de dicha actitud enmarcamos nosotros el auge acelerado de las ciencias naturalistas durante el último decenio, la carrera contra reloj y contra hecatombe emprendida estos años desde la cara no lesiva del progreso: la que propugna de cualquier modo el respeto hacia lo viviente y en ello cifra la única redención posible.

Parece que funciona la contrastada tantas veces ley del péndulo y a fuerza de tesón aún podamos esperar invertir la tendencia hacia los equilibrios. A tal fin nos parece que confluyen en nuestra ciudadanía los esfuerzos que en el área del mundo vegetal se han venido desarrollando durante 1987, pudiendo destacarse entre ellos, de una parte, las publicaciones habidas sobre el tema, y de otra la consolidación, inauguración y apertura del Jardín Botánico de Córdoba. Respecto a éste último, a más de considerarlo el paso más trascendente que Municipio y Universidad han dado en pro de la participación cordobesa en el conjunto de las iniciativas nacionales encaminadas a potenciar aspecto tan sustantivo de la naturaleza como el que representan las plantas, su estudio y su conservación, cabría decir también que no se puede estar completamente de acuerdo con el sistema adoptado por el Patronato que lo dirige en cuanto a la óptima consecución de sus fines, olvidándose, creemos, del más importante de los mismos: servir a la creación de una actitud ciudadana que basada en el contacto frecuente con las riquezas vegetales que el jardín contiene sea cada vez más proclive a su defensa. No de otra manera interpretamos realidades tales como la dificultad de acceso que presenta un horario de visitas a puerta cerrada en tipo de grupos, o la inconsecuencia (tratándose de una propiedad de todos los ciudadanos cordobeses, hecha y mantenida con fondos municipales) de tener que abonar de 150 a 75 pesetas en distintas tarifas para visitarlo, máxime cuando se nos argumenta que ambas medidas insólitas forman parte de una misma estrategia, son consecuencia la una de la otra, es decir, la segunda (totalmente inaceptable) de la primera (totalmente representativa de un dirigismo inusual). Conocemos otros jardines botánicos, nacionales o extranjeros, donde ciertamente y por un precio módico o simbólico, el acceso es sobre todo libre o personalizado, garantía única de un verdadero disfrute para el usuario. Reconsidérese la estrategia, pues, (que más parece una estratagema) y adóptese la que en verdad permita la consecución de unos objetivos que sí nos parecen válidos y que no hemos dudado en llamar trascendentes.

Nosotros vamos a referirnos ahora a las publicaciones, poniendo por delante las dos habidas y realizadas por personal y colaboradores del propio jardín botánico cordobés: un par de murales a color sobre las más representativas especies de Sierra Morena y Sierra Nevada, ambos con dibujos debidos a Arturo Domingo, inicio se supone de una colección mayor -”Paisajes vegetales andaluces”- que acabe acogiendo toda la flora de nuestra Comunidad.

Pero también representaron un aporte interesante a la bibliografía sobre el tema que nos ocupa la publicación de los siguientes libros: “Itinerario eco-botánico: Córdoba-Santa María de Trassierra y estudio de la flora arbustiva de la zona”, “Nuestros jardines de la Merced”, “La flora de los patios andaluces”, “El paseo público Alcántara-Romero. Guía de árboles y arbustos” y “Nuevas tecnologías en cultivos de invernadero”, todos ellos ejemplo de la creciente sensibilización a la que aludíamos en los comienzos de este artículo y, en número de cinco, la más amplia nómina de ediciones sobre lo vegetal que pueda presentarse, producto de un solo año, hasta el presente.

No queremos olvidarnos tampoco, y terminamos con ello, de las últimas creaciones de zonas verdes, mencionando concretamente la llevada a cabo en la barriada de Alcolea: el jardín cívico; pero lo cierto es que en este sector son muchas más las promesas que las realidades y ahí están, por ejemplo, para demostrarlo, los anunciados jardines árabes en el Huerto de Cobos, o en la Huerta de San Pablo, o en el Polígono del Guadalquivir donde el deseado Parque a los poetas de Cántico sigue siendo el empeño de unos vecinos integrados en la Asociación Ateneo Casablanca.

Córdoba debe incrementar sus jardines a un ritmo más acorde con el crecimiento que experimenta a niveles de población, haciéndolo sobre todo en la periferia, o se acabará convirtiendo, después de haber contado entre las más equilibradas al respecto, justo en lo contrario.

Manuel de César
Nuevo Diario, 18 de diciembre de 1987